domingo, 12 de febrero de 2012

Temblor, tsunami y golem

]Efemérides y saldos[


Temblor, tsunami y golem
Alejandro García

“Cada tecnología inventa su accidente”[…]. La prevención automática en los artefactos, ajena a los designios del usuario, protege de daños menores, pero también industrializa los accidentes.
Juan Villoro


Muchas cosas aprendimos los mexicanos después del terremoto de 1985. La más importante, que nunca deberá de olvidarse y expresarse, fue la organización de la sociedad civil frente al pavor e ineficiencia de la estructura gubernamental.
La violencia de la naturaleza se ha expresado en un movimiento doble: en el temblor terrestre y en la invasión de tierra por las aguas convertidas en ola que destruye, arrebata y vuelve al mar. El terremoto-tsunami ha venido acompañado del Golem: la energía nuclear propiciada por el hombre, totalmente fuera de control. Es curioso, pero el proceso informativo y el proceso de los hechos ha sido el mismo en Japón que en otras partes del mundo donde la veracidad ha caído a manos del ocultamiento. Si no se puede creer ni en los japoneses, en quiénes vamos a creer, ha dicho la voz popular.
8.8: El miedo en el espejo (México, 2010, Almadía, 176 pp.) de Juan Villoro es una excelente crónica a propósito del terremoto de Chile. El centro del libro es la asistencia de Villoro a un Congreso de Literatura infantil en Santiago. A las 3:34 del sábado 27 de febrero el país andino fue sacudido por un temblor de 8.8 de la escala de Richter. El autor se encontraba en el 7° piso de un hotel y, gracias a la experiencia, que por otro lado nunca es suficiente pero que se aloja también en el instinto, esperó los 7 minutos del evento telúrico, se vistió, se abrochó los zapatos y bajó a encontrarse con los huéspedes, dándose cuenta de que a pesar de la intensidad, Santiago no había corrido la suerte de la ciudad de México. Estaba en pie.
Villoro realiza una serie de roces a lo largo del libro y no le falta cierta dosis de profetización. En su libro hay redes y espejos (8:8). Después de un epígrafe de Neruda parte de su costumbre de no usar piyama y de su vida frente a los temblores. Al congreso mencionado asiste Francisco Hinojosa, con quien le tocó vivir el terremoto de 1979. En el 85 realiza labores de rescate. Después cuenta que tuvo que hablar de sus relaciones con Chile una semana antes y que produjo un decálogo.
Da paso a las premoniciones. Presenta a algunos personajes y leves indicios de lo que naturaleza cocinaba: mucho calor y una luna grande y amarilla, por momentos en tono naranja. Villoro también habla de las distintas conductas frente al temblor: desde los calculadores hasta los indiferentes, pasando por los activos que van en busca de pantuflas una vez que la sociedad se organiza o por los que tienen sentido del humor y escriben mensajes de teléfono a Internet o el que en pleno temblor habla a su familia para contar en vivo.
Adereza los acontecimientos con dos relatos: uno que se hace literatura: una mujer se va del país y de su pareja y en el exilio autoimpuesto enferma, entra en coma, su esposo va por ella y la retorna al país natal, vigila su sueño. El otro es sobre literatura: el relato de Von Kleist “El terremoto de Chile”, donde se da una historia de pasión y muerte y donde el destino da una buena revolcada a los personajes en una terca persecución.
Finalmente quedan las burocracias y las lentitudes, de nueva cuenta, de un aparato gubernamental mexicano que tarda más que el resto de los países para recuperar a sus ciudadanos. Los personajes que han coincido en este suceso extraordinario sobre su ya conocida coincidencia en la creencia en la literatura infantil emprenden la diáspora, regresan a sus ciudades.
He dicho antes que Villoro roza y profetiza. De los primero es muestra lo siguiente: Desde la Estación Espacial Internacional, el astronauta japonés Soichi Noguchi fotografió el cataclismo y mandó un mensaje: “Rezamos por ustedes” (p. 56). La cita se convierte en una especie de enunciado que atrapa la suerte y el destinatario del siguiente gran temblor.
Con respecto a la profecía, a la escalada de tsunami sobre temblor, se agrega el peligro de una catástrofe nuclear. El 11 de abril se empataron Chernobyl y Fukushima y aún no sabemos si la escala se agrandará a 8 o si la tragedia se conocerá sólo por su efectos.
Villoro nos deja la tarea de averiguar si, contrario a lo aceptado, la muerte es cíclica y a veces nos tocan las grandes muertes históricas y a veces nos tocan las muertes que arañan el alma: El mundo se acabó en St. Jago en 1647. Se acabó en Postdam en 1811. Se acabó en Santiago en 2010. ¿Se acabó en 2011 en Japón?


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