lunes, 6 de febrero de 2012

Envejecer de juventud

]Efemérides y saldos[


Envejecer de juventud
Alejandro García

No quiero convertirme en un nine to five, no quiero un juego de plumas Mont Blanc en la solapa de mi saco Hugo Boss, no quiero ir a bares de franquicia a verme engordar comiendo fajitas y dejando malas propinas. Me niego a ser yuppie aunque me tienta el dinero para rentar un lugar acogedor donde llevar a cuanta vieja se me antoje y drogarme sin problemas.
Jorge E. González Ayala


Más noche que ayer en la noche de Jorge E. González Ayala (México, 2010, Plaza y Janés, 195 pp.) es una novela provocadora, ágil. Desenfadada, desinhibida, muestra ese paso de la juventud a la madurez en donde uno se cuestiona si hubo un rito de paso o simple y sencillamente fue la preparación para la muerte.
Ligada temáticamente a novelas como El guardián entre el centeno de J. D. Salinger o La Tumba o De perfil, entre nosotros, de José Agustín o, más recientemente, a El búfalo de la noche de Guillermo Arriaga, narra las peripecias de un estudiante (Iberoamericana, Comunicaciones, en receso), inmerso en la vida agitada propia de su grupo, caracterizada por una vida sexual a la medida, el consumo de droga, la asistencia a centros nocturnos, la presencia en ciertas de una clase social alta.
Su vida es un aburrimiento, su rebeldía con el entorno se manifiesta en paréntesis antes de seguir la vida de adulto, como el mismo Caulfield de Salinger. Es cierto que dentro de la aventura se corre el riesgo de la pérdida total, pero es sólo un titubeo, un nuevo paréntesis, antes de que entren en funcionamiento los mecanismos de sobrevivencia.
El contexto ha cambiado, la presencia de la muchachada en el podium de las provocaciones ha dado paso a su desaparición de los escenarios y a la marginalidad, en espera de la nueva explosión que arrebate lo que les pertenece o que desatore lo que impide su inserción en un mundo de oportunidades.
Rodrigo tiene su vida resuelta, no presenta los titubeos propios de los personajes de Salinger o los iniciales de Agustín (no les interesa mayormente el sexo): lo dice de entrada: “Jessica viene todos los martes y jueves a las diez en punto a coger conmigo. No somos novios ni muy amigos, pero desde hace años nos profesamos un placentero culto carnal... está buenísima” (p. 9). Lo demás puede esperar su tiempo, el destino parece dibujado.
Pero el personaje va por más, se enreda con una chica de un table dance, Nancy/Pamela, vive su affaire, violenta el sexo con la que pudo ser su novia de manita sudada, Lorena, y con la hermana de ésta, se embarca en el consumo y en la venta al menudeo de droga, se coloca en el margen del reto y tiene que recurrir a sus mejores alianzas para salir adelante.
Nunca podrá dar un salto que lo lleve a otra estado o a otra condición, el orden le permite una oportunidad de desafiarlo, sea militancia, sea puro desmadre o como se le quiera llamar. Después vendrá lo que no quería, la chica de los martes y jueves, Jessica, se convierte en su pareja, el medio lo apapacha, no ha pasado nada, es cosa de jóvenes, lo bueno es que la taza que se rompió ni siquiera era de la casa.
Destinados a ser carne de cañon, buenos emuladores de los movimientos de la era, el cuerpo aprende, esperanza de los padres en reproducir los sueños de desencanto y ruina moral, los jóvenes se hunden en el camino de iniciación en que todo acto se convierte en uno más de una vulgar monotonía que los avasalla y los condena a ser pieza de relojería. No hay novedad, ni inventiva, las opciones traumáticas están listas para arrojar buenos ciudadanos.
Nos movemos entre una visión ideal de los jóvenes en que son el porvenir, los injustos herederos de una mundo que hemos sida incapaces de transformar para bien y otra donde sospechamos de ellos cuando atraviesan la cortina de humo y estallan y rompen el cerco. Eso, desde luego no pasa en la novela, pero es la tentación para los jóvenes que ven que a pesar del fin de los maniqueísmos de bloques en el mundo, el mundo no es bueno para ellos. Rodrigo regresa de la picardía a más aburrimiento:
Volví con Jessi a la universidad. Trabajo en una agencia donde mi amigo Leonardo es director general. Entro a trabajar a las nueve, salgo a las cinco y media, no uso traje ni plumas Mont Blanc; pero, güey, no me puedo quejar, me va bastante bien; soy director creativo, tengo una futura esposa de cuerpo escultural que va martes y jueves a las diez en punto a los aerobics” (p. 195).
Que siga el sueño de los jóvenes.




No hay comentarios: