lunes, 6 de febrero de 2012

Libro del abandono: "libre de mí"

]Efemérides y saldos[


Libro del abandono: “libre de mí”
Alejandro García

Y pude ver al mundo un instante, en un largo soslayo,
mundo sin número, sin parte, fuera de la unidad y de
la diáspora;
quiero decir, sin cosas, sin atributos, sin palabras
Javier Acosta

I
La gran ofensiva de la literatura del pasado siglo fue derribar los referentes y hacer posible la creación de sus propios asideros. Las categorías del mundo se estrellan en la discursividad literaria.
Allí está el deslizamiento de Calvino hacia una literatura plenamente textual o que se explique a partir de su interioridad y el Ishiguro de Los inconsolables, en donde la referencia de espacio y tiempo es hacia la literatura, Kafka, y no hacia la explicación que de dichas categorías se puede hacer. Ishiguro arrebata las nociones y las trastoca pero, aún más, trastoca las nociones de espacio y tiempo en Kafka, lo cual ya nos pone de frente ante lo inconsolable.
En poesía esto se respira plenamente desde las vanguardias, la noción de espacio teniendo en cuenta el papel y ese espacio nada cómodo llamado espacio poético que presupone el espacio del lenguaje. De allí que la lectura en gran medida surja desde el texto y se pueda dar un juego multidimensional con el eco o el recuerdo o el tósigo de las categorías que dictan afuera.
La poesía de Javier Acosta pertenece a esta estirpe. Es, además, poesía que se resuelve en el plano del contenido y en el plano del continente, en el lenguaje y en el lenguaje literario, en la sensibilidad y en la inteligencia, lo que le da una virtud en verdad notable.
Libro del abandono participa plenamente de esta textualidad arriesgada, para ser tomada por el lector. Acosta vulnera todas las certezas, da una estructura en donde la Biblia o algunos de sus libros parecen base, pero cuando es inexorable que se mencione el interlocutor, se descarga en un tú, Señor, tu, Señora, tú Misericordia, tú alma o la inevitable asociación de un tú que es ese yo dividido o ese yo que busca al alma.
El libro mantiene un alto tono de militancia poética: la repetición, el encabalgamiento, la asociación, refuerzan siempre la subida. “La balada del camino” opera como remanso, como pausa, antes de reiniciar el tono de ese combate que parece darse durante todo el libro. ¿Contra qué se pelea? Contra el ángel, digo para descargar mi impotencia, porque al diluir los referentes el mundo de afuera no nos sirve, sólo nos angustia, nos obliga a ir de invocación en invocación. No es un rezo ni un alegato, es el ritmo del poeta, el ritmo impuesto por el poeta que nos lleva por esos caminos en donde ninguna certeza es posible.
Libro del abandono aspira a renombrar, a ejercer una especie de ubicuidad, de ejercicio crítico, ahora que el monoteísmo no es sólo cosa religiosa. Al permitir mezclar elementos dispares, someterlos a la degradación por parte del lector, se levantan dispuestos de manera diferente. ¿Quién cuestiona?, pero, más que nada, ¿quién enuncia, quién elabora la palabra y nombra el mundo, lo hace existir? Frente a esa alma que vive desasida del yo perseguidor y matrero está la voz que la hace posible, que la literaturiza y la hace poética. El ejercicio no ha sido gratuito, ese viaje por el tono alto, por el golpe de tambores y el silbido de ocarinas, sometidos a la música y poco más allá al poema, ha permitido ver las ruinas, el punto donde empieza la escalera al cielo. Es éste el punto de reunión, la juntura, desde donde se recobra la pérdida de la alto, desde donde se vivifica el valor de la bajo.
En “Última lectura: De la Misericordia” se palpa en primer término esta ausencia de los otros humanos. No se sabe si es el momento de la creación o si es un momento de creación a través de la enunciación y de la mirada que da existencia. El mundo aparece y desaparece, como al nombrar el mundo estuviera, como si al desdecir el mundo no estuviera. Es un poema gráfico, de fijación e indagación, porque se busca al gran ausente. Me pregunto por qué si el mundo aparece al nombrarse, no es posible que lo mismo suceda con el dador de la Misericordia, con el que sólo se refiere por su áurea indiferencia. El enunciador se postra, se arrodilla en ese espacio de polvo, de soledad, en donde acaso al declinar la mirada se da el instante. Después no habrá más, sólo el poema, la gota en que se cristaliza la experiencia.
Libro de paradojas, niveles, retos, búsquedas, trastocamientos, militancias existenciales, de rumiar intenso, Libro del abandono permite así glosar la lucha con el alma y exaltar su triunfo a través del triunfo del decir y desdecir.

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