lunes, 6 de febrero de 2012

Morquecho encabeza el asedio

]Efemérides y saldos[


Morquecho encabeza el asedio
Alejandro García

Ciudad turbulenta, rica y lejana, habitada por una curiosa mezcla de aventureros, mineros, esclavos, tratantes de todo. Viejos sefardíes y cristianos nuevos fugitivos de persecuciones inquisitoriales; piratas ingleses, náufragos, derrotados, jugadores, misioneros…
Benjamín Morquecho



Benjamín Morquecho (Pinos, 1933) nos entrega en De memoria y olvido: doce conferencias sobre tópicos zacatecanos (Zacatecas, 2009, Instituto Zacatecano de Cultura “Ramón López Velarde”, 166 pp.) textos escritos en la nervadura de siglos y de milenios que acabamos de vivir y testificar.
Encuentro en él 3 partes: Zacatecas; el mito, las humanidades y Pinos. Podría hablarse que aquí trata de las patrias media y chica (el terruño) y de su explicación verbal: la conciencia y une estos dos territorios en su verdadera patria, la reflexión. Y mitifica. No para esclerotizar, para palpar la vida. Allí se mueven los hombres, allí inscriben sus acciones, el hacedor de signos los torna significativos, los rescata del olvido.
Zacatecas, Civilizadora del norte, destino del camino de la plata, conocida como una exigua cruz por los ojos de un niño de 13 años (“Presentación”). La ciudad destruida, en crisis. La ciudad nombrada y rescatada por un hombre lúcido, después de medio siglo, en pleno festejo por el medio milenio. El humanista rescata, limpia, ordena, compone y hace interpretar la nueva partitura. Están allí los normalistas, la ronda de las generaciones, los poetas. Es el peso de la mirada, la aventura del intelecto.
Voy de nueva cuenta sobre el producto y encuentro una piedra filosofal: “Metáforas del libro”: “El libro de la vida, el libro secreto, el libro sellado, el libro ingerido”. La paradoja aparece en grandes pliegos: lo dicho está escrito en estas páginas y es la vida su sustancia y su destino. Extraño es vivir a partir de las letras el ruido de los siglos, el cabalgar del mundo.
De memoria y olvido es la entrega de un hombre sabio, sobre el ser de la tierra y de sus productos. Asombra el papel de Zacatecas, esa cruz volandera en el límite de la civilización, en el centro de los acontecimientos, rodeada por el ruido de tambores, fusiles, campanas. Territorio que resguarda del más allá, del otro, se instaura lo mismo como refugio que como punto de ataque y de conquista. Se instaura lo mismo como patrimonio que como espada que se abre (más recientemente) a nueva defensa de las humanidades: los combates por las humanidades, los combates de Benjamín, para recordar a Febvre.
El libro es constante en su asedio. Lleva al paralelismo entre la madre patria: musulmana, judía y cristiana y a sus hombres que trajeron espada y cruz y levantaron bajo estos símbolos una realidad plural, violenta a veces, santa en otras: “¿no podremos preguntarnos también nosotros, en la búsqueda del ser zacatecano si un pueblo o una comunidad de pueblos puede vivir impunemente, sin que queden huellas en su rostro, la belicosa –acaso también violentamente amante- vida de una frontera o la azarosa condición secular de ser un rincón de refugio?” Zacatecas, el fin de la tierra.
Escribimos en el libro de la vida, hacemos páginas enteras, nos imbuimos del orgullo de la época, del perfume de otras eras y pocas veces nos preguntamos con seriedad sobre el sentido de todo esto. A manera del contador de cuentos real maravillosos, Morquecho nos atrapa con una respiración pausada, con su estilo de apariencia simple, sencillo, oral, pero en su palabra está la ardua tarea de lectura de esa vida y de lo que sobre ella se ha escrito. Parece cosa fácil, sólo parece.
Morquecho es un acertijo. ¿Dónde se ubica? ¿Es uno más que irá una y otra vez sobre Jericó? O bien ¿es el hito que observa el objeto de ataque y a los atacantes y fiel a su tarea la guarda en su memoria? Piensa, escribe y lee el combate. Lo cuenta, lo reescribe. ¿Es el mismo un libro al que recurrimos en pos de una lectura crítica? La reflexión sobre las especificidades regionales y microhistóricas llega a ser primordial en momentos en que lo global se cotiza alto.
Del niño asombrado al hombre de mente letrada hay un pequeño paso en los grandes ciclos de la historia, un respiro, el respiro de la vida, el respiro de la sabiduría. Nos lleva por las calles de Pinos, viendo las palomas del padre Ponchito, las huellas del padre Peñalosa, y la sonrisa perversa de un niño que toca en una banda y se sale de la foto. Allí estamos en la Zacatecas antigua, creciendo en la contradicción y aquí estamos metidos en ese asedio incesante.
Al curioso vidente que vigila el destino de Jericó se agregan aventureros que desde otras tierras llegan a esta ciudad cuyo nombre fue puesto por el enemigo, forasteros en busca de cobijo y de prolongar el asedio.

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