sábado, 8 de diciembre de 2012

Chantajeada, la anarquía tampoco emancipó al mundo


]Efemérides y saldos[


Chantajeada, la anarquía tampoco emancipó al mundo
Alejandro García

Porque si se quiere redimir al mundo, hay que atacar el centro del veneno, como decía Lohberg; el centro del veneno era Netwig, o tal vez algo que se ocultaba detrás de Netwig, algo más grande —tal vez algo tan grande y tan oculto como un presidente en su aislamiento—, algo que uno no conocía.
Hermann Broch


Esch o la anarquía (Barcelona, 2006, Deboslillo, 258 pp) es el segundo tomo de la trilogía Los sonámbulos (1931-1932). Esta entrega arranca el 2 de marzo de 1903, día en que August Esch “empleado subalterno de comercio de treinta años de edad” es despedido. Pronto encontrará en el sindicalista Martin Geyring la opción de trasladarse de Colonia a Mannheim para emplearse en la Mittelrheinische como contable para barcos.
Al contrario, pues de Pasenow, hijo de ricos hombres de campo, al cual tendrá que volver, Esch representa un sector de obreros con cierta especialización y algún grado de crítica que nunca va a ser totalmente claro, pues el egotismo de Esch entierra cualquier posibilidad colectiva. Esch irá a pedir una carta de recomendación a quienes lo han despedido, y se guardará para mejor momento el rencor contra Netwihg, encarnación del enemigo, y la demanda que quiere entablar contra la empresa.
Mamá Hentjen, viuda y propietaria de una taberna en Colonia, lugar al que habitualmente asiste Esch transitará de contertulia y distante protectora a compañera de vida. Pero antes el personaje irá a trabajar a la nueva empresa, dirigida por nuestro viejo conocido Bertrand, quien ahora es admirado en sus habilidades, pero también criticado por sus preferencias homosexuales que al principio se dice son italianas, pero que luego se sabe están en la misma ciudad en que habita.
Balthasar Korn es un inspector de aduanas y tiene a su hermana Erna. Invita a Esch a vivir en su casa y así poder matar varios pájaros con el mismo tiro. Nuestro personaje es escurridizo, conoce las trampas, aunque también los beneficios de ciertas alianzas. Prefiere desfogarse con otras mujeres, asediar a la mujer-trampa, pero no entregarse. Pronto aparece un empresario de teatro, Gernerth, que se hace amigo del trío. Esch también se fija en una bella mujer (Ilona) que durante el espectáculo es la presa del lanzador de cuchillos (Teltscher). Lo que Korn desea para su hermana, no es algo que desee para Ilona, aun así la hace su amante. El último del grupo es Fritz Lohberg, un vendedor de puros.
La inconformidad de Esch se verá vapuleada entre las intenciones de redención del Ejército de Salvación y las intervenciones de Martin en pro de la huelga. De allí saldrá preso y mientras Esch continúa entre sus divagaciones propias y la persecución del orden, pensará en realizar un espectáculo de lucha de mujeres, en Colonia, donde puedan intervenir como socios los miembros del grupo arriba descrito.
También se empieza a hacer patente su deseo de irse a los Estados Unidos, emprender una vida diferente, lejana de la prejuiciosa de Pasenow sobre los migrantes.  De allí que renuncie a su empresa y regrese a Colonia, donde se convertirá en reclutador de esas mujeres que serán sin duda motivo de atiborramiento por parte del público del teatro que tengan a bien rentar.
Esch se atreve a visitar a Bertrand, reconoce sus virtudes, por cierto reconocidas por su propio enemigo de clase, Martin, y Bertrand vuelve a ser la balanza en que se ponen los argumentos, pero Esch, igual que Pasenow, es quien los carga y resuelve. Bertrand no tendrá más opción que pegarse un tiro y algún anónimo amante también se matará. Esch camina y rompe cosas a su paso, utiliza a los otros y sus acciones y sus móviles nunca son claros.
 La idea genial será llevar a las mujeres a Estados Unidos, convertirlas en atractivos ganchos para los públicos norteamericanos. En esas jornadas de selección de mujeres, viaje en el que conoce a una pareja de Bertrand, el que después se suicidará, también aparecerá una  Ruzema, de Bohemia, acaso lo que queda de aquella bella amante de Joachim.
Y por último la anarquía de Esch irá encontrando las hormas de ese zapato. Primero cohabitará con la dueña de la taberna, después se irán uniendo con cierta profundidad, la que permite el sonambulismo de Esch y de la época y finalmente ella será la salvadora de la empresa de espectáculos cuando Gerneth los ha estafado y huido con buena parte de capital y ganancias. Antes de tirarse a los brazos del orden, Esch podrá dormir por fin con Erna y repetir, pero sólo para que esta pueda casarse santamente con Lohberg
Se quedará, con todo y estropicios. Después de todo la emigración (no incluye la de Esch, interior, claro) tampoco está a salvo:

Aunque disminuya el dolor por lo irreparable, al introducirse más y más en la tierra prometida, aunque muchas cosas se disuelvan y se pierdan en la luminosidad creciente, y el dolor esté cada vez más desligado de todo, sea más luminoso, incluso tal vez invisible, a pesar de ello no desaparece por completo, como no desaparece la nostalgia  del hombre, en cuyo sonambulismo expira el mundo…

¿Lloras, mamá? ¿Dónde te encuentras?


]Efemérides y saldos[


¿Lloras, mamá? ¿Dónde te encuentras?
Alejandro García

A Cristina Ortega, en su laberíntico viaje, in memoriam

Amé a mi madre como lo hace un niño feliz, sin pensarlo, sin duda. Cuando me hice adulto y nos conocimos como adultos, nos tuvimos un gran respeto; podíamos decir “te quiero” cuando parecía necesario para aclarar las situaciones, pero sin detenernos en ello. Ahora eso me parece perfecto, igual que me lo parecía entonces.
Richard Ford


 La relación madre-hijo es vertical. La de hermanos, pareja, amigos, es horizontal. Vista desde el mundo de la obligación, se rige por la obediencia: ser buen padre, ser buen hijo. Vista desde el mundo de la libertad sólo se ampara y se revitaliza por el amor. Pero su condición común es la soledad. Así lo señala Richard Ford en su libro Mi madre (Barcelona, 2010, Anagrama, 79 pp): “La verdad es que, después de aquello, Tolo lo que pudiéramos haber hecho el uno por el otro, fuera lo que fuese, pasaba inadvertido y desaparecía. Y aun juntos, estábamos solos”.
En las relaciones verticales que se presentan como de dominación, el destino puede trastrocar las posiciones y en general se resuelven dentro de elementos contiguos. En cambio, cuando la relación madre-hijo se rompe, se quiebra también el orden de las cosas, el orden de la conciencia y del cuerpo. Así, la aparente supeditación de los padres a los hijos en sus etapas finales no es sino la negación de la condición humana y el aparente triunfo del orden social (reificación de la competencia), de la mezquindad sistematizada y del fracaso de la felicidad, porque mi bienestar me torna infeliz y su indefensión también.
Richard Ford nos cuenta la vida Edna Akin, su madre, y divide el relato en aproximadamente 5 etapas: el insondable misterio del pasado de la mujer que culmina con la conciencia del niño, la relación con la madre hasta la muerte del padre, la vida con ella en la viudez, su salida del seno materno y los últimos años, de enfermedad. Dichas etapas están imbricadas.
Las historias de familia están plagadas de misterios, de pequeñas y grandes mentiras. A Edna, su madre la hacía pasar por hermana una vez que había abandonado a su esposo y se había relacionado con un boxeador y trabajador del tren.
Ella había de casarse en 1928 con Parker y vivir hasta 1944, fecha del nacimiento de Richard, viajando con el marido, esperándolo en hoteles, bebiendo y disfrutando del vivir sin un espacio propio. Entre 1944 y 1960, Parker los lleva a vivir a Jackson, Mississippi y los visita el fin de semana. La muerte del padre romperá este tipo de vida y los enfrentará hasta que el hijo va a estudiar a Chicago.
La partida lo alejará de una vida pueblerina en donde no están ausentes los líos con la justicia o el experimento sexual que termina en embarazo y aborto. La salida lo enfrentará  a un mundo diferente, el de la vida universitaria y la escritura, que habrá de signarlo de manera preferente. Si bien dará clases, siempre preferirá la ficción y tomará gran distancia contra las recetas teóricas y críticas de la academia norteamericana. La partida también lo alejará de la madre en la distancia y en la frecuencia cultural, en la comunidad de evidencias que ambos vivirán.
En 1973 Edna comienza su batalla con el cáncer que se desenlazará a partir de 1981. Después de sufrir la amputación de un seno, la espalda sufrirá los efectos de la metástasis. Richard buscará la manera de que ella pase los últimos momentos en compañía de él y de su esposa, pero Edna finalmente morirá sin poder acogerse a un plan previamente financiado por ella para vivir en una casa de ancianos en su familiar Little Rock.
Dentro del discurso de Ford es importante el momento en que muere Parker. A pesar de que ya tienen 16 años de haber optado por la vida sedentaria y la distancia en el amor que se resuelve cada fin de semana, algo muere dentro de Edna: “Él había sido todo para ella y todo lo que estaba naturalmente implícito se hizo de pronto explícito en su vida. No estaba preparada para eso ni le interesaba estarlo. Así, de una manera que hoy veo clara y veía entonces casi con la misma claridad se rindió”.
La relación con el hijo es buena, ejemplar, vive con independencia, protege a su madre a pesar de los malos tratos, tiene amigos, pero algo se ha roto y quizás es lo que la lleva a decir: “Nunca conoceré la felicidad plena. No está en mi naturaleza. Concéntrate en tu vida. Déjame sola. Yo me ocuparé de mí”. Es el gozo dentro de la esfera de la soledad, el quiebre ha sido de tal naturaleza que si bien se ve en el hijo, que si bien lo suelta para que él sea, algo ha dañado de manera permanente su capacidad para ser feliz.
En el egoísmo de nuestro ser frente a la madre, solemos ignorar sus furias, sus afectos, sus sentimientos enfriados, sus emociones vitales. No es ella la que llora, somos nosotros. No la dejamos respirar, hasta que ella se va y entonces sí la soledad es única y comienzan la revaloración y la gigantesca sutura.

Los modernos heredaron el paradigma


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Los modernos heredaron el paradigma
Alejandro García

Por extraño y curioso que parezca, el conde seguía convaleciente de aquella herida, pequeña e insignificante, que había recibido del señor Friedrich al comienzo del duelo. Los humores de su cuerpo iban corrompiéndose de día en día, de semana en semana, impidiendo su curación.
Heinrich von Kleist


 Se reúnen en Relatos completos (Barcelona, 2011, Acantilado, 338 pp.) 8 piezas narrativas de diverso aliento. Heinrich von Kleist nació en Fráncfort del Óder en 1777 y murió en Berlin en 1811 a los 34 años de edad. El 22 de noviembre de este año Heinrich y su esposa Henriette salieron de su posada en Postdam hacia el bosque. Allí él disparó sobre el corazón de su amada, después se pegó un tiro que le voló los sesos. Von Kleist había vivido en consecuencia su vida de romántico y ante el padecimiento de la mujer de cáncer en la matriz, prefirió acelerar los acontecimientos.
Autor de muy diversos géneros (narrativa, teatro, ensayo), las narraciones de este precoz escritor alemán muestran las mejores características del romanticismo: la aventura desafiante del individuo, el combate de la injusticia, el exotismo en el espacio y en el tiempo, el amor como empresa mayúscula, y ante todo la nueva lectura de las realidades. Von Kleist vivió en Königsberg, la ciudad de la razón, la testigo del puntual paseo de Kant, una muestra más de esa simbiosis de la Modernidad entre razón y sentimiento, ilustración y romanticisimo.
El relato más largo “Michael Kohlhaas” es una larga lucha del protagonista porque la justicia se imponga. Obligado a dejar unos caballos en prenda en alguna de las muchas fronteras internas de Alemania, humillado con el pago de un impuesto arbitrario, se encuentra con la novedad de que sus caballos han sido maltratados. Desde allí luchará porque se reconozca el abuso, y esto lo llevará lo mismo al litigio legal que a la insurrección. Tendrá que padecer los titubeos reales, las conspiraciones de las cortes, la corrupción e incluso beneficiarse de la división del futuro país. Logrará el triunfo, pero la falta a las leyes humanas le exigirá el sacrificio.
En el mismo sentido “La marquesa de O***” busca y encuentra su reivindicación después de que ha sido humillada y abusada por las fuerzas invasoras. En la derrota, tendrá que padecer la doble falta: ser víctima del invasor y haber sido tomada. En uno de sus verdugos encontrará su ángel y su demonio y el periplo será la construcción de una estrategia para que el noble sea su esposo y su desdichada condición quede reparada plenamente.
Después de las hazañas individuales, una feliz, la otra sólo a medias, pues el héroe es ejecutado, pasa a los escenarios exóticos. Dos de los textos transcurren en América, durante “El terremoto de Chile” uno, durante la independencia de Haití el otro, “Los esponsales de Santo Domingo”. Aquí la aventura humana se estrella frente al fanatismo en el primer caso y frente al destino en el segundo. Jerónimo Rugera hace la labor de Abelardo con Josefa. A pesar del obligado enclaustramiento de la joven, resulta preñada. Condenados a morir, escapan gracias al temblor. Se encuentran y todo parece indicar que el caos favorecerá una vida como futura familia feliz. Pero la población los reconoce y en medio del estupor y la desgracia encuentra en ellos el motivo de fastidio de la divinidad que ha enviado la desgracia y que obliga al sacrificio. Von Kleist construye una doble paradoja que termina siempre en la fatalidad.
En “Los esponsales de Santo Domingo” en cambio podemos asistir a la rebelión de los negros y a un grupo de españoles que busca escapar de la violencia. Allí se dará el encuentro de amor imposible, siempre irrealizable, la pareja que está condenada a simular y que en esa simulación encuentra el castigo injusto. Si bien la visión de los nativos en Chile y Dominicana no es agradable, permite esa ampliación del mundo que llevaron a cabo los románticos.
En las 4 narraciones restantes asistimos a ese mundo contradictorio, injusto, donde la divinidad a veces parece dispuesta a poner orden y a veces más bien se sospecha que se encuentra en franca retirada. Es el caso “La mendiga de Locarno”, el más breve de los textos, donde el trato despótico es castigado y es también el caso de la herida mencionada en el epígrafe (“El duelo”, donde la lucha individual se da conjuntamente: la viuda y Friedrich), más que la medicina o la corrupción de la carne por la infección, lo que se infiere es que hay una voluntad que castiga, una realidad que las palabras tendrán que desentrañar, pero que las acciones aún no pueden describir sino por sus efectos, no por sus causas.
No habrá más remedio que el hombre conduzca sus propias acciones y que los comportamientos tiránicos, corruptos, injustos, habrán de ser parte de una larga lucha en donde el hombre triunfará o no será.



¡¿Quieres hacer el favor de quitar los tenis y los calcetines de la mesa por favor?!


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¡¿Quieres hacer el favor de quitar los tenis y los calcetines de la mesa por favor?!
Alejandro García

Y como me puse a pensar en el tiempo —por la expresión ‘a partir de ahora’— me estoy haciendo la pregunta que me hizo un velador una vez que salí de la escuela después de una jornada muy especial. Le dije “por fin acabamos este día”. Y me contestó “¿Y ahora qué piensa: tiene un día más o un día menos?”
María Matilde Beatriz Hernández Solís


Una de las primeras aportaciones que me he admirado, producto de las investigaciones de Hernández Solís a lo largo de más de 2 décadas, es el uso por los niños zacatecanos de la perífrasis. En su mundo donde el tiempo aún no ha sido vulnerado ni siquiera por la violencia, es más fácil decir “cama de los niños”, “agua fresca de frutas”, “cuchara para remover la tierra”, “palo para agarrar víboras” que representan la posibilidad de darle la vuelta a la lengua porque no son todavía súbditos de la prisa.
Un modelo para la planificación de la enseñanza del vocabulario con fundamento en el léxico disponible de universitarios zacatecanos (México, 2012, Tlacuilo/ Unidad Académica de Letras de la Universidad Autónoma de Zacatecas, 173 pp.) representa la primera publicación en libro de estas investigaciones que vienen desde los años 90.
El libro consta de dos partes: una dedicada a levantar léxico entre los universitarios zacatecanos y otra a elaborar una propuesta que contribuya a resolver el problema de adquisición y dominio de léxico entre nuestros jóvenes. Se trata de una operación lingüística que arranca de la empiria y organiza las palabras que el hablante tiene en la punta de la lengua y que se aglutinan en 16 centros de interés: “Las partes del cuerpo”, “La ciudad”, “Profesiones y oficios”, por ejemplo.
Hay uno que en las muestras no deja de llamar mi atención: “Objetos sobre la mesa”. Suele uno encontrar desde los obligados cuchara, servilletero, plato, hasta verdaderas muestras de lo que representa nuestra mesa en la vida de hoy: tenis, calcetines, televisiones, mascotas, macetas, libros, de allí que se torne imperativo evocar, distorsionándolo, el título al español del célebre libro de Raymond Carver: ¡¿Quieres hacer el favor de quitar los tenis y los calcetines de la mesa por favor?!, pero que en realidad nos habla de las virtudes de los multifamiliares y aventuras de la arquitectura oficial desde los años 70: todo cabe en un departamentito sabiéndolo acomodar.
Además de estos hallazgos que pueden ser atractivos y útiles para los ojos extraños, y representar verdaderos filones para otras disciplinas, pero que son minucias para la lingüística, la investigadora organiza, después de un proceso computacional verdaderamente arduo y complicado, el léxico más disponible y lo organiza en posibles constelaciones donde unos vocablos operan como núcleos y otros como satélites. Con esto se hace un dibujo sobre la posible organización léxica del cerebro humano. Podemos ver así el Cuerpo Humano (Centro de Interés 1) como gran sol en donde su principal planeta es Ojo y le siguen cabeza, mano, dedo, nariz, pie, boca, pierna, brazo, uña, corazón, cuello, oreja, diente, rodilla, pulmón, estómago, hígado, cabello, cerebro… y así hasta vagina en el lugar 45. En la página 108 podemos ver esa combinación entre léxico, organización del mismo y graficación entre vocablos.
Sea producto de una posible organización o meta el organizar lo que se adquiere como Dios nos da a entender, el levantamiento empieza a tener una utilidad y a darnos una radiografía con los elementos probatorios en la mano, de si el léxico se puede rastrear. Y de allí lo que sigue: incrementarlo, pues es bien conocido el problema de dominio y competencias de la lengua en nuestro país.
 Sobre esta base se construye una lección lexical que vaya por la vía de una adquisición planificada del vocabulario. Para ello se tienen que trabajar de nueva  cuenta los resultados de la primera etapa (léxico-base y léxico-meta) y navegar entre diversos diccionarios y en especial de frecuencia, ya no para el léxico que el hablante usa todos los días, sino el que debe adquirir de acuerdo a estándares establecidos:

Acudo al DEM para confirmar la estandarización de los vocablos que utilizaren la lección lexical. He obtenido el léxico de meta al comparar los resultados del léxico disponible de universitarios con las primeras 5000 entradas del Diccionario del Español de México, corte hecho a partir de la frecuencia de aparición descendente. 

El libro responde a la problemática de cómo enseñar lo que a menudo nos parece imposible o inútil. El lenguaje nos resulta transparente y a pesar de las horas dedicadas a lograr su dominio sigue navegando en las aguas de la improvisación, del capricho, del prejuicio y del fracaso.
Un modelo para la planificación… nos brinda una vía en donde se mezclan las más modernas vertientes de la lingüística y de la enseñanza a fin de insertarse en la polémica en torno a nuestra lengua y a su dominio. Es también producto del esfuerzo personal de María Matilde Beatriz Hernández Solís en donde siempre estarán presentes y consignadas las aportaciones de Marina Arjona Iglesias y Juan López Chávez y los combates en la Licenciatura en Letras, la Maestría en Enseñanza de la Lengua Materna y, más recientemente, en el Doctorado en Ciencias Humanísticas y Educativas de la Universidad Autónoma de Zacatecas.
  

Esclerotizado, el sentimiento no salvó al mundo



]Efemérides y saldos[


Esclerotizado, el sentimiento no salvó al mundo
Alejandro García

¡Cuán presos tienen que estar ambos del convencionalismo del sentimiento, y cuánto tenemos que estarlo nosotros para poder aceptarlo! El sentimiento es apático y por eso es incomprensiblemente cruel. El mundo está dominado por la apatía del sentimiento.
Hermann Broch


Pasenow o el romanticismo (Barcelona, 2009, Deboslillo, 205 pp) es el primer tomo de la trilogía Los sonámbulos, publicada entre 1931 y 1932, en pleno ascenso del nazismo. Como bien ha señalado George Steiner, contrariamente a lo que se ha dicho, después de la derrota de Napoleón, el ennui se había apoderado de Europa y de sus lemas, conquistas y valores. El tedio era dueño de los hombres y no se daban cuenta, atrapados por el mundo de la competencia, la propaganda y los procesos de modernización que los llevaron a la Primera Guerra Mundial. La trilogía concluye en 1918, año de muerte e inicio de un nuevo proceso agónico que acaso caracterizará a todo el siglo XX.
La novela arranca en 1888 (el año de nacimiento de Fernando Pessoa, Ramón López Velarde y de publicación de Azul de Rubén Darío). Narra la vida del recién ingresado al ejército Joachim von Pasenow. El primogénito ha tenido que quedarse, por decisiones de época, al frente de la hacienda familiar. En Berlín, curiosamente junto con su padre, conocerá a Ruzema, bella bohemia o checa, según los vaivenes de los mapas, pero no de las claras delimitaciones regionales, con quien llega a establecer una relación íntima.
Muy pronto su hermano Helmuth muere en un duelo. Curioso destino del civil, cuando eso debería esperarse del militar. El futuro se avisora, Joachim deberá ocupar su lugar tarde o temprano. Frente al mutismo del hermano, está Bertrand, el amigo, amante de la vida civil, exitoso empresario, agudo crítico de la vida en que se está engarzando Pasenow. Él es quien critica a los sentimientos y por ende al romanticismo: El sentimiento que tenemos de la vida va siempre rezagado, respecto a la vida real. Medio siglo o un siglo. El sentimiento es siempre de hecho menos humano que la vida que vivimos. De allí que la división de Joachim entre una vida civil y militar esté atravesada por el romanticismo, pero como los sentimientos se han esclerotizado, la vida ha escapado a su plena condición y se le niega de la manera más absurda. De allí que el mundo se vea invadido de sonámbulos.
Joachim quiere la vida ordenada, pero vive una vida dulce y fuera del orden con Ruzema; le desagrada su padre, pero sigue la orientación que él le indica no sólo cuando se fija en Ruzema, sino al saber que heredará la hacienda. Le tienta la vida junto a Elisabeth, pero tarda en decidirse y tiene gran atracción por Bertrand, pero sabe que nunca se atrevería a ser cómo él. Es un heredero de los aires de la época:

Siempre es romántico elevar lo terrenal a lo absoluto, he aquí que el romanticismo estricto y verdadero de esta época es el romanticismo del uniforme, igual que si existiera una idea ultraterrestre y ultratemporal del uniforme.

Bertrand tiene un sentido práctico de la vida y eso lo convierte en una especie de ángel de la guarda. Siempre y cuando esto convenga a lo establecido. Ruzema lo acusará de haberla separado de su amante y disparará contra él. Lo hiere y eso la convertirá en una especie de zombi que vaga por los tugurios de Berlín y no quiere saber nada más de Joachim.
El mismo papel juega Bertrand frente a Elisabeth, pero en este caso ella duda, a pesar de su condición de hija noble y tranquila, entiende la escasa densidad humana de Joachim y sospecha que por lo menos con Bertrand habrá alguna otra posibilidad. Pero éste duda, deja siempre el camino despejado para el amigo. Bertrand no muestra algún deseo de ir contra la corriente o de subvertir el orden, sólo lo conoce y aprende a moverse en él. Esto le da una condición incómoda e inaprensible que el orden agradece cuando sale de escena.
El final no puede ser más telegrafiado, Joachim pide en matrimonio a Elisabeth y los padres acceden, pero ella duda, sabe de la condición general negada del amor y sólo accede cuando Bertrand se retira de su campo de posibilidades.
Después de la boda, nada de la visión del amor enfebrecido se da. Joachim no quiere que ella duerma bajo el mismo techo que su padre, quien ahora es un vegetal, pero tampoco quiere acostarse con ella, iniciar una nueva vida. Su futuro está perdido, aunque dieciocho meses después tengan hijo.
Pasenow no irá a lo propio del uniforme, la guerra, pero el culto romántico seguirá y tendrá su gran desmentido al terminar la conflagración. En esta extraordinaria e inagotable novela Broch da dos expresiones proféticas que recupero por lo pronto: Su desprecio por los emigrantes en aquellos años y su juicio sobre la raza alemana:

America… América había sido siempre para Joachim el país de los hijos depravados, repudiados, viciosos;

Bertrand sonrió e hizo un ligero gesto despectivo con la mano: “Bueno, nosotros… nosotros somos una raza que no tiene remedio”, pero no dio ninguna explicación más.

¿Cuándo vendrás por mí, terca nostalgia?


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¿Cuándo vendrás por mí, terca nostalgia?
Alejandro García

Él  me preguntó si yo no nunca sentía nostalgia. No supe muy bien qué responder; en cambio, el doctor Selwyn, después de reflexionar un poco, me confesó —ésta es la palabra justa— que en el transcurso de los últimos años la nostalgia lo embargaba cada vez más.
W. G. Sebald


Me pregunta un estimado amigo si algo dentro de la Feria del Libro me ha sorprendido. Le digo que no. El último día entro a un local de saldos y me encuentro con Said, Beckett, Sebald. Los emigrados¸ la edición de Debate (Barcelona, 5ª edición, 2003, 286 pp), la que yo recordaba, en pasta dura. También  Vértigo. Elijo la vida de estos desconocidos, cuatro muertos a merced de la nostalgia o de la  incapacidad de olvidar, no se sabe bien a bien qué es lo prioritario. Salvo este abrazo de la fortuna la versión de este magnífico libro está a nuestro alcance en Anagrama. Es la misma traducción.
Sebald despliega la vida de cuatro judíos, pero su intención no gira en torno al holocausto, sino a la emigración, al arrebato de la tierra y el arribo a otra en que se vive. Nunca se sabe de cierto si algo de lo que se dejó en el origen llama al dolor o si se trata de algo intermedio, algo conseguido después que luego se perdió y logró un contraste que lanza inevitablemente a dejarse morir. Puede tratarse también del retiro de una lucha que se sabe perdida.
Junto con los personajes está el reconstructor, ese viajero que va tras las vidas de los personajes como los muertos detrás de él. Y en cada uno de los cuatro casos hay testigos, personas que dan su versión acerca de esos personajes que son recordados desde la muerte. Algunos, más que testigos son compañeros de travesía que pudieron ser agudizadores de la nostalgia.
El doctor Henry Selwyn recuerda cómo salió de Lituania y pensando que llegaba junto con numerosos emigrantes a Nueva York, llega a Londres. Allí radica su nostalgia, cuando tiene la vida resuelta, una mujer rica, una vida lograda; sin embargo, está también el incidente de aquel amigo, el mejor de la vida, que se hundió en el glaciar suizo y sólo emerge cuando Selwyn ha muerto, al pegarse un tiro en el mentón, como extraña y macabra compensación en el juego de las energías.
Paul Bereyter se lanza a las vías del tren. El profesor inolvidable, esa especie de guardián entre el centeno que protege a la infancia. Durante los años del nazismo es obligado a retirarse de su cargo. Regresará a la patria después de servir en el ejército y será reinstalado en su puesto, pero algo se habrá fracturado, acaso ese silencio que se tiende en torno a la derrota y al pasado inmediato que impide que la gente remiende sus heridas.
Ambros Adelwarth termina viviendo en los Estados Unidos, después de diversas aventuras en Suiza. La mayoría de la familia ha tenido que emigrar en distintos momentos a América y el nexo con Alemania es cada vez más tenue. En el nuevo continente estará al servicio de una familia importante, los Solomon. Adelwarth establece una íntima relación con Cosmo Solomon, hijo único, y se dedican a viajar por Europa y Medio Oriente. Ambros no tuvo infancia, muy pronto salió de su tierra y al final de su vida, voluntariamente, se presenta a que le den electrochoques.  Es la antesala de la muerte. ¿Adelwarth pretende revivir el martirio de Cosmo en la depresión permanente después de la guerra o es su propio infierno el que purga?

En realidad aquella docilidad, como ya entonces empecé a intuir, no se debía a otra cosa que a la ansiedad de tu tío abuelo por borrar del modo más radical y definitivo posible su capacidad de pensar y de recordar.

Max Ferber es un pintor que vive en Manchester. Morirá de enfisema pulmonar. Encuentra en la ciudad inglesa la pausa necesaria. Se niega a ir a Nueva York. El viajero se enterará de la suerte de sus padres, impedidos de salir de Alemania. Él lo alcanza a hacer, con humillaciones incluidas, pero el padre y la madre morirán en los hornos nazis. Queda, como contrapunto, el cuaderno de la juventud de la madre, su capacidad de deslumbramiento frente a la vida. Farber morirá de enfisema pulmonar, lo habrán alcanzado sus muertos o la incapacidad para desocupar la nostalgia.
Prácticamente todos los personajes han tenido que salir, muestran el dolor o la resignación ante el terruño arrebatado, pero Henry, Paul, Ambros y Max son acaso alcanzados por ese fuego, el absurdo, del que hablara Albert Camus, esa energía que nos habita y que tarde o temprano nos aniquila. No construyeron ellos ese mal, lo heredaron de otros, lo obtuvieron como castigo, lo cargaron como imposibilidad de lograr la felicidad:

Paul, según manifestó Landau, durante mucho tiempo no estuvo muy al corriente de lo que había ocurrido en S., en los años 1935 y 1936, y tampoco quiso escarbar en un pasado cubierto de grandes manchas oscuras. Tan sólo durante su última década de vida, que pasó en su mayor parte en Yverdon, la reconstrucción de aquellos acontecimientos, dijo Madame Landa, cobró una importancia vital. 

Que retocen los cachorros


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Que retocen los cachorros
Alejandro García

A Carlos Ulises Girón Sifuentes, in memoriam

Nunca he conseguido desembarazarme de la idea de que el maíz es, fundamentalmente, comida para cerdos.
Herman Koch


La cena (Barcelona, 3ª edición, Salamandra, 2011, 284 pp) de Herman Koch (Amhem, Holanda, 1953) causó fuerte impacto en los Países Bajos al aparecer en 2009. Su éxito trascendió las fronteras (en España llegó a 3 ediciones en 8 meses) y se ha convertido en un referente sobre la suerte de los herederos de familias pudientes en el mundo.
La novela se estructura de acuerdo a los diversos tiempos durante una cena (aperitivo, entrantes, segundo, digestivo, propina) en un exclusivo restaurant y se da entre dos hermanos y sus esposas. Serge es un político que tiene amplias posibilidades de ganar las próximas elecciones y el mundo parece a su merced. Lo acompaña su bella esposa Babette. La otra pareja la conforman el narrador, profesor en retiro, y Claire, sobreviviente de una penosa enfermedad.
Poco a poco irá apareciendo el real motivo de la cena: “Por eso quiero que hablemos la cuatro. Esto nos incumbe a todos. Se trata de nuestros hijos”, El autor irá dándonos la certeza de que todos saben lo que han hecho sus dos cachorros.
Serge podrá llegar casi al final del evento para anunciarles que ha decido renunciar a sus aspiraciones políticas, pero ya antes se ha sabido del caso de unos jóvenes que al entrar a un cajero automático se han encontrado allí con una indigente instalada en la cabina y ese estorbo los ha sacado de sus casillas, de modo que la han golpeado y por último le han lanzado un bidón sin gasolina que de todas maneras ha provocado un flamazo y ha matado a la mujer. Los jóvenes han huido, pero el video está en Internet y parece cosa de tiempo que las autoridades lleguen a detener a los responsables. El narrador reconoce los tennis de uno de los asesinos. El resto lo averigua fácilmente
Además de la tensión entre hermanos, el resentimiento entre “el realizado” y “el problemático”, además de la diferencia de vida entre la salud y la enfermedad, el narrador ha de vivir una vida donde lo han obligado a retirarse de la docencia por la inconveniencia de sus comentarios y eso ha disgustado a los alumnos y a los padres.
De allí que las cosas sean nada cómodas para este personaje, quien protege a su hijo (Michel), heredero de su visión de mundo y de muchos de sus prejuicios: “¡Te estás riendo! Igual que la primera vez que te conté lo del cajero automático. ¿No lo recuerdas? ¿En mi cuarto? Mientras te contaba lo de la lámpara te echaste a reír, y cuando llegué al bidón aún no habías parado”.
Alguna vez unos lugareños habían puesto en su lugar a la parejita (Michel y Rick) al robar una gallina. Claro, sólo se trataba de una travesura. De modo que todos saben de la nueva aventura de los primos e incluso algo sospechan de que el hijo africano (Beau) adoptado por el político está en litigio porque no ha participado dentro del evento, pero duda entre permanecer fiel a la familia o sacar de sus antecedentes genético-culturales para complicar el asunto. ¿Ha sido Beau el que ha subido el video a Internet y los chantajea acorde con el llamado de su sangre? ¿Por qué ha desaparecido?
La contraportada comenta que el texto trata de hasta dónde llega la responsabilidad de los padres en relación a los actos de los hijos. Me parece que va más allá, la novela refiere los pliegues en los que se va formando el niño, en los que se apoyando el joven y en lo que se convierte en complicidad a la edad madura. Los hijos heredan una visión en donde se sienten capaces de violar la ley y humillar a los que ellos consideran estorbo o seres menores.
El narrador urge una estratagema para que Serge no dé al día siguiente la conferencia de renuncia y lo logra, pero al final de cuentas realizan algo que sella su derrota.
La novela recuerda de manera sorprendente el caso de “El cobijas”, en la ciudad de Fresnillo, mayo de 2005, cuando un indigente fue quemado por un grupo de jóvenes de clase alta sin que la ley los alcanzara. Un caso parecido se dio hace algunos años en León, Guanajuato, donde el heredero del dueño de la fábrica de botas “Jaca” mató a su novia, dejándole caer una enorme piedra en la cabeza, después de tener relaciones sexuales con ella, en Sierra de Lobos. El responsable huyó a España.
Es cierto que el gran drama del hombre moderno es no haber resuelto el futuro, ni el propio ni el ajeno. No hemos garantizado una vida cómoda para niños y jóvenes, de allí que lo único heredable sea el prejuicio, el descontón, la trampa, el agravio, como forma de pegar primero y sobrevivir en un mundo donde la corrupción parece imperar.

Claro que los hombres duros también lloran


]Efemérides y saldos[


Claro que los hombres duros también lloran
Alejandro García

Ese tiempo es nulo. Horas vacías. No hay acción. Sólo pensamiento. ¿Será ese el momento del no-ser del que hablaba Virginia Woolf?
Heraclio Castillo Velázquez



Recuerdo el relato de un amigo. Me decía que había perdido a un gran amor y que muchas noches había ido a la central camionera porque tenía la certeza de que ella volvería. Nunca se le hizo realidad, pero aún hace tiempo lo vi deslizarse por los andenes tratando de escapar a mi mirada. Será mejor que no la encuentre, pensé. Ante la derrota en la batalla amorosa, el hombre suele transitar por numerosas sendas a fin de recuperar el objeto perdido o salvarse de su influjo.
Las horas fortuitas (Texere editores, 2011, 94 pp.) de Heraclio Castillo Velázquez  es un relato o novela corta en donde el tiempo se fundamental. En torno a él se atan las certezas e incertidumbres del narrador. Comienza con una puntualidad implacable: las siete de la mañana, las ocho y media, nueve cincuenta. Después se distancia “Poco antes de las once”, “Ya casi es mediodía”. A partir de la visita de Claudia el tiempo se complica, como si indiciara que las mujeres han sido fundamentales, catalíticas, en su estado actual.
Por principio de cuentas hemos empezado a sospechar que la multitemporalidad habita y posee a Andrés. No es sólo una mañana de domingo de octubre. Es el pórtico de una soledad y de un rumiar intenso, permanente, crónico, de una obsesión, una cicatriz que no cierra y se hace lenguaje, a veces transparente, a veces casi en la histeria o en la perplejidad, a veces en el rasgar poético que da luz.
De pronto el relato se revuelve y se combinan las temporalidades como si estuvieran presentes, pero nunca llegan a desenvolverse. Siempre es un tiempo presente el que domina, el que pivotea y decide. El que castiga también. De modo que la certeza de salir el domingo a comprar el mandado, tejer, recibir visitas y preparar la comida, se convierte unas horas después en la llegada a la mesa del café donde 10 años antes se despidió del amado, Iván. De modo que los 7 años de relación permanecen y permanecerán en la bruma. Nosotros no sabremos qué pasó sino en sus ribetes, en sus lindes.
¿Por qué Laura se convierte en la tejedora de la otra historia, la que sólo se sabe la probable noche de un domingo de octubre, cuando diez años se convierten en una carga muy pesada por volver a querer, a pesar de que todo ese tiempo se ha querido, se ha anhelado. La realidad es terrible, el proceso mismo se ha convertido en guía, en dominio y lo que creíamos fluiría con sólo aparecer el ser amado, se convierte en losa muy pesada, en nuevo obstáculo, ¿en dónde quedó el amor? Laura cobra lo que le han hecho y con eso se lleva por delante a Iván y a Andrés. Sólo después sabrán que han sido víctimas del juego sucio y que aunque esto destrabe las imágenes, tendrán que reconocer que han sido incapaces de buscarse, de decirse, de reclamarse y se han conformado con vivir las horas fortuitas, las horas de la no existencia, a merced de la furia y los rencores del pensamiento. La felicidad no será. ¿Algún día fue posible?
Y entonces ya no importa si la culpable de la separación es Laura o el cretinismo/ingenuidad de Iván o la dureza de Andrés quien se templa en la ausencia y en el recuerdo. Todo parece perfecto para la infelicidad más absoluta, para que el fetichismo impere. Pero si lo quería tanto, pero si lo quiero tanto. Claro, la imagen es de hace 10 años y sólo el contacto con el hoy permite entender que el monstruo que la mente ha trabajado nos ha retirado del venerado objeto de amor. Y nos hemos convertido en hombres o mujeres o Andrés de actuar curtido, duro, hombre que sí llora y baila, por lo menos en las palabras que nos permiten acompañarlo e inventarlo en la obra de Heraclio Castillo.
Así que si lo primero es certeza, lo segundo es duda para el lector. ¿Cómo es posible que se dé tal encuentro? Quizás la realidad se imponga en la lectura y no asistamos, pero lo más probables es que la verosimilitud nos lance a contemplar el encuentro dentro de la desolación y la nada. Claro, es la palabra del narrador la que nos ha implicado en la historia.
 Heraclio Castillo Velázquez cuenta y des-cuenta esta historia de amor y desengaño, pero cuando está a punto de caer en el lamento, nos damos cuenta de que no da detalles, de que vive el golpe de la realidad, de su realidad y la purga durante diez años y muchos más. Con Las horas fortuitas se planta en la narrativa mexicana más reciente, con vigor y desenfado, con energía y nervio, con sensibilidad y crudeza.


La rubia de Playboy y la negra de National Geographic


]Efemérides y saldos[


La  rubia de Playboy y la negra de National Geographic
Alejandro García

El cronista requiere no tener demasiada noción del peligro y requiere, además, presencia de ánimo, sangre fría, en fin —el cronista como héroe, la cronista como heroína—, valor para investigar su tema, para exponerlo, para asumir las consecuencias de lo que dice.
Darío Jaramillo Agudelo


La crónica periodística goza de buena salud. Dos generaciones han mantenido en alto la calidad del género y lo han depurado y, sobre todo, lo han llevado a otros ámbitos. Lo han hecho sin renunciar al “yo” enunciador, sin escudarse en la impersonalidad o la falsa objetividad.
Nunca en América el periodismo ha sido ajeno a los proyectos de nación y ha sobrevivido a las escisiones cuando la política se impone sobre el ideal de un hombre más libre y una sociedad más justa. A partir de ello también el periodismo se ha dividido y la crónica parece haberse pasado a la oposición y en ese proceso se ha acercado a la literatura, al testimonio de las realidades olvidadas, de los individuos y grupos sin voz y de las realidades que irrumpen en la sociedad y generan desconcierto y, a veces, abuso por parte de los poderosos.
Después de la generación de la que Monsiváis y Ponitaowska son ejemplo, se pasa a los nacidos a partir de la década de los 50. Antología de crónica latinoamericana actual editada y prologada por Darío Jaramillo Agudelo (Alfaguara, México, 2012, 650 pp.) incluye 53 crónicas publicadas entre 1991 (1) y 2010 (6) y una que no proporciona la fecha. El grueso de los trabajos se ubica en la primera década de este siglo. Son escritores nacidos entre los años 50 y 70. También incluye 9 textos sobre la  teoría, práctica e implicaciones de la crónica y un fichero de los participantes.
Para el lector ávido lo más interesante serán las crónicas. De Argentina, Perú, Chile, México, El Salvador, Uruguay, Colombia, Venezuela. Todas cumplen una función develadora de personajes sombríos como Pinochet, a través de los libros y una joyas para salvar a la patria; controvertidos, como Chávez, mediante su mamita y algunos de los usufructuarios del poder popular; abatidos, como el cardenal Romero, vía las vicisitudes del juez de la causa; Pablo Escobar, inventor de mundos, el bandido prodigioso.
Vienen también los creadores: Lavand, ilusionista manco, Guillermo Kuitca, artista universal desde niño, siempre Borges, Picasso en claroscuro con un esteta, Arias, del corte de pelo; Sabines contra una boxeadora, Monsiváis que intenta huir de la entrevista, aprehender a Pavese en su pueblo con Neruda como fondo.
Acerca a los marginales, a veces en el centro: portadores de Hitler en el nombre, el chileno más pequeño, boxeadores y ciclistas perdedores.
Podemos alucinar en historias del ron, de la droga y de Inca Kola que derrota a la trasnacional Coke. O visitar territorios swingers, muxes en Oaxaca, carnaval en Río, la vida de los costureros bolivianos en Argentina, la pederastia en Acapulco, la supervivencia en un barrio colombiano con un salario mínimo, o el merodeo sobre uno salvadoreño lleno de mara, el mundo de la piratería en Lima
También hay lugar para figuras como Gardel, otro infaltable, ahora como educador sentimental, Lucho Gatica crepuscular abrazado por la puesta en escena de Almodóvar, la dura verdad en el aislamiento y en la cruda de Gloria Trevi. Las experiencias en concierto: Bob Dylan, Rolling Stones.
Hablar de brillantez de la crónica no quiere decir que todo vaya bien. El carácter develador de la crónica y la oposición a la injusticia provocan que no tenga un lugar muy amplio dentro de los periódicos y que a menudo las revistas limiten su extensión. Sin embargo, está allí. Esta antología no sólo es una muestra, es llevar a otros lectores esta nutrida suma de ejemplos y posturas frente a la crónica.
Llama la atención que la mayoría de los autores son periodistas reconocidos, pero a la vez tienen obra literaria publicada.
La crónica registra, deforma y conforma. ¿Cómo llegar a la brutalidad de un barrio bravo, con las heridas de la violencia cotidiana y del narcotráfico? ¿Viviendo, como los naturalistas de principios del siglo XX? No, tomando el ritmo de la gente, el ritmo de la propia vida, el pulso normal que se impone desde abajo. En esas fuerzas se mece un yo que es aleccionado en las durezas de las compañías y en las amarguras de la soledad. La crónica se acerca por momento a la novela, al cuento, a un mundo que es vivificado, magnificado, casi  tanto como negado en la realidad y en los discursos de los políticos, de los amantes del mundo del progreso y de los prejuiciosos moralinos de siempre.
Leila Guerriero dice:

Hay un chiste más o menos viejo que pregunta cuál es la diferencia entre una hermosa mujer rubia desnuda y una hermosa mujer negra desnuda; la respuesta es que la rubia sale en Playboy y la negra sale en National Geographic.

La crónica se ocupa del margen, de la violencia, del silencio, de los miembros faltantes, de las debilidades y excesos de los poderosos, de las caídas y alucinaciones de los ídolos. Al hacerlo, nos muestra un mundo como es, con desigualdades y ruindades, con sus grandezas y cortedades, un mundo donde cualquiera puede asumir la parte arrebatada.


Las Malvinas, rocas en el zapato


]Efemérides y saldos[


Las Malvinas, rocas en el zapato
Alejandro García

Cuando un parlamentario laborista preguntó por qué no se había disparado un torpedo de advertencia al General Belgrano —que pasó a cierta distancia del barco— para darle oportunidad a retirarse, un almirante contestó que la Marina Real no podía darse ese lujo, porque cada uno de los dos torpedos Tigerfish que hundieron al crucero vale medio millón de dólares. Viajaban en el Belgrano mil hombres: su vida no valía 5 000 dólares por cabeza
Fernando del Paso


Hace 30 años que Argentina invadió las islas Malvinas. En sentido estricto, desde su punto de vista, sólo ejercieron su derecho. Sólo que las Islas Falkland están en poder de Inglaterra desde el siglo antepasado. Quizás como en el momento del triunfo futbolístico de 1978, el general Galtieri quiso poner una decoración vigorosa que ocultara el genocidio del poder que encabezaba.
Después del llamado patriótico, de la suerte que se ponía en juego tras un derecho legítimo, de la simpatía que la medida provocaba en los soñadores de la justicia, aparecía una de las tantas complicaciones de la historia. El va y ven de las Malvinas (México, 2012, Fondo de Cultura Económica, 119 pp.) reúne las colaboraciones de Fernando del Paso para el semanario Proceso durante los momentos del conflicto. Allí el escritor mexicano nos da un pulso de los acontecimientos y un análisis de sus diversas perspectivas.
Lo que empezó como una fiebre popular, que después se vio como un sacrificio inútil de jóvenes argentinos, se fue transformando no sólo en la respuesta de la potencia militar inglesa, sino en el nudo de problemas que representó. En parte porque el  conflicto se daba en América, así fuera en una de sus zonas insulares, por lo que Estados Unidos mucho podría decir, dado su celo en torno al continente.
Las Malvinas fueron publicitadas en Europa como el acto provocador de una dictadura que sometía a sus muchachos y desaparecía a sus opositores (la dictadura argentina era tan detestable que incluso peleaba por territorios con la dictadura chilena, acaso más afín a Inglaterra). También como un acto de agresión injustificado. El honor inglés estaba herido y había que escalar la respuesta. Ciertamente se tuvo que pasar de un cierto estupor, de una cierta revisión de dónde estaba el conflicto, sobre todo para los ciudadanos ajenos al poder público, lo que parece contrapuesto a la percepción del argentino común que suele tener presente el caso Malvinas en su percepción casi corriente.
Además de la necesaria lección era obligado responder como sistema mundial. Dentro de esa región del mundo, en el casquete polar del sur se encuentran riquezas y recursos inexplorados. Es cierto que los negocios en otras partes son más redituables por el momento de allí que hubiera que calcular la urgencia del golpe y su magnitud.
Razón aparte es el hecho de que ante el cambio de manos en el Canal de Panamá la punta inferior de América y lo que la rodea se convierten en zona estratégica para el transporte de mercancías.
Estados Unidos hubo de transitar de testigo y asesor en cuestiones de seguridad a vigilante negociador y potencial enemigo de la dictadura argentina. Los intereses estratégicos se habían impuesto, la riqueza también y los residuos de colonialismo territorial.
¿Qué quedó en medio? Como siempre, las víctimas, los jóvenes argentinos que tuvieron que defender el territorio cuando la maquinaria de negociación había quitado toda posibilidad al gobierno. Fue cosa sencilla el que se glorificaran las armas reales. Ironías de la vida, los mandos ocultaron su responsabilidad y evadieron la acción, pelear ellos hasta la última gota de sangre. Hace unos días se pudo ver a Rafael Videla en las portadas de los diarios del mundo condenado por el caso de los hijos de los argentinos desaparecidos: su postrer momento de gloria. No le tocó a Galtieri.
Del Paso culmina con un relato fantástico: qué haría la Francia socialista si algunas de sus islas caribeñas fuera invadida o reclamada por un país americano. La respuesta es muy similar al caso Malvinas. Mitterand tampoco dudó en apoyar a Gran Bretaña. El relato termina en el realismo más doloroso. Quizás se podría aducir que Miterrand cobraba a los (norte) americanos el abandono a ingleses y franceses durante el reclamo del Canal de Suez.
El autor inicia este libro de la memoria con su propio caso en relación al cuidado de la opinión pública y especializada en Inglaterra, el cuidado y los filtros que se ponen para preservar el estado de cosas. No lo pudo hacer en la radio británica: dar su opinión. Lo hizo en el semanario Proceso, vehículo incómodo no sólo de un país que naufraga en  sus contradicciones y desigualdades, sino en un mundo que se mantiene también sobre la violencia y el control.
Del Paso narra que Ronald Reagan se refirió a las Malvinas como unas piedras congeladas allá abajo del mundo. Su desprecio por el caso no se correspondía con el tamaño de la respuesta. Si eran unas rocas, seguro fueron en el zapato del poder imperial.