domingo, 12 de febrero de 2012

El descanso de la ambigüedad

]Efemérides y saldos[


El descanso de la ambigüedad
Alejandro García

El hilo argumental es muy débil. En rigor, la novela es un conjunto de escenas, cuyo único lazo de unión son los protagonistas, y éstos muy débilmente dibujados por el autor. Es, pues, una novela escrita con un estilo confuso y desvaído.

Informes de la censura



Si te dicen que caí es una de las novelas más importantes del siglo XX en España. Muy a la par de Tiempo de silencio de Luis Martín-Santos. Comparte con ella la estructura compleja y ambigua, la necesidad de un lector activo, y es la respuesta cifrada a un régimen dictatorial que se metió a todos los renglones de la actividad humana (quizá habrá que decir en descargo de la censura que el fragmento del dictamen denegatorio que encabeza estas líneas es exacto para la novela). Comparte también cierta identidad entre Amador y Sarnita, personajes testigo del devenir de la comunidad, escindidos entre la admiración y el arraigo, entre la experiencia rescatada y la vida que se fugó sin éxito ni destino.
Marsé ya había explicado el proceso del libro en la edición de 1988, lo que sucede es que esta obra, premiada por editorial Novaro en 1973, ha tenido una intensa vida que contradice su dificultad de lectura, aunque la mayoría de los seguidores de Marsé ha de reiniciar constantemente (me incluyo) un ejercicio que no era pleno en su resultado porque dominaba la ambigüedad. A algunos seducía la crítica al totalitarismo, a otros la vida de ese barrio de nunca jamás o la misma estructura ambigua y ambiciosa de la novela. Esther Seligson publica un comentario muy lúcido (publicado originalmente en Diorama de la cultura en diciembre de 1973) en su libro A campo traviesa.
Esta edición de Si te dicen que caí (Madrid, 2009. Fondo de Cultura Económica/ Universidad de Alcalá de Henares, Biblioteca Premios Cervantes, 331 pp) agrega a las correcciones señaladas y a la nota de 1988, una sección de apéndices con los dictámenes de la censura, algunos textos del autor y una entrevista que primero aclara y luego vuelve a tender el manto de la ambigüedad.
El cambio más relevante y palpable es la fundición de los 3 primeros capítulos en uno solo. Es claro también que salió para siempre el epígrafe del himno falangista (Si ye dicen que caí,/ me fui/ al puesto que tengo allí./ Volverán banderas victoriosas/ al paso alegre de la paz…) de la primera edición y la sobrecubierta de Novaro con “Saturno devorando a un hijo” de Goya da paso a una composición de fachadas de barrio en tonos sepia.
Además de la coincidencia con Martín-Santos, esta edición remite de manera ineludible a William Faulkner. Hoy en día, el apéndice agregado por el autor sureño a El sonido y la furia es de suma utilidad en el proceso de combate del lector para entrar al mundo de los Compson.
Los cambios operados en la novela son buenos. Favorecen la comprensión del lector, le dan a ganar claridad para tener fuerzas para enfrentarse a otros renglones ambiguos. Así, la personalidad de Java, el trapero queda clara desde el principio y podemos seguir su evolución como semental para voyeurs y perseguidor de mujeres a quienes entrega sin conmiseración o melodramáticas identidades de clase.
Hay una mujer que es buscada y que tiene al menos dos realizaciones: prostituta de lujo o de medio pelo, perseguida por el orden franquista o por los jirones de la resistencia asumidos más como pillaje común. Pero Java, el líder, ahora en la plancha del forense y bajo la mirada de Ñito/Sarnita no sólo se aleja del barrio y de los aventis que sus compañeros de infancia inventan, sino que traiciona al hermano, aquel ser escondido bajo una montaña de pajaritas de papel en la trapería.
Esas mujeres que se convierten es aspiración de los hombres desde niños, que lo mismo aparecen en representaciones teatrales o en aventis contados sobre todo por Sarnita o que escapan a la vida conventual o de la beneficencia pública y que en verdad huyen del voyeurismo o de la desviación de los baldados de guerra y que lo mismo escapan y se prostituyen, arrebatan los secretos de los señoritos, que se quedan a cargar la silla de ruedas del patrón.
Si te dicen que caí es un rescate de la infancia, de un grupo de amigos unidos por historias que cuentan su verdad, de una sociedad feroz que restaña sus heridas así sea haciéndolas más dolorosas. Marsé ha bajado el grado de ambigüedad de la novela, pero en su entrevista no hace sino abrir el foco de Carmen, una historia que lo he perseguido y que en Si te dicen que caí es un jirón, una parte de un todo escurridizo más que una certeza plena.

No hay comentarios: