jueves, 23 de febrero de 2012

Leonora: moldear la locura

]Efemérides y saldos[


Leonora: moldear a la locura
Alejandro García

—Creo, André [Breton] —dice Leonora—, que nadie aquí se parece a mi mundo. A veces me alegro pero otras me da miedo perder la cabeza.
Elena Poniatowska



Leonora de Elena Poniatowska (México, 2011, Seix Barral, 510 pp.) ha ganado el Premio Biblioteca Breve y muy pronto se ha convertido en un fenómeno editorial. Al margen de la mercadotecnia, he aquí una novela venturosa, en donde el vértigo se impone en el lector. Es uno de esos libros que uno no quiere dejar de leer, a pesar de su más de medio millar de páginas. Aquí aparece el peligro de que tal vértigo agote y ya no permita el regreso a la relectura. Es además una novela donde la protagonista es una mujer excepcional, y no se trata de un lugar común, aquí el adjetivo es exacto. Leonora Carrington, aún con vida, aún entre nosotros. Es además una historia del siglo XX, con mayor énfasis en lo cultural y con punto de partida en las vanguardias artísticas.
Leonora Carrington, hija de un rico empresario textil quien al final de sus días la deshereda (—¿Qué hacen mis hermanos con el dinero que les dejó mi padre? —Beben. P. 359); compañera de aventuras de Max Ernest, quien es recluido en un campo de concentración y Leonora en su propio cautiverio; habitante de un hospital psiquiátrico en Santander, España, entre convulsiones y delirios que hablan de arreglar el mundo; integrante de un grupo de artistas que huye de Europa y llega a New York de la mano de Peggy Guggenheim, heredera de un imperio; esposa de Renato Leduc, que pasa de diplomático mundano y cosmopolita a periodista subdesarrollado y de hábitos excluyentes de la intimidad de pareja; extraña en un México a caballo entre el cardenismo y su negación exquisita que después se llamará Milagro Mexicano; amiga de Remedios Varo, pintoras siempre; madre ejemplar, será testigo de los vaivenes de un país como México en donde finalmente se queda a vivir con estancias en Estados Unidos y en un territorio que ha hecho suyo y ajeno a las fronteras y desde donde contempla la marcha de los acontecimientos,
Leonora es el personaje que Elena Poniatowska arranca a la historia y a las artes plásticas y se convierte en cuerpo de palabras, potro verbal que cocea contra el orden, se enamora y se vuelve loco de amor; esencia víctima de Cardiazol que la convierte en estertores y convulsiones, amor que nunca es llenado, energía que se proyecta en el lienzo y en la narrativa. La rebeldía frente a las fuerzas ciegas de la historia: la dictadura paternal: el nazismo, el franquismo y las tímidas democracias; el arte cautivo, perseguido por castración y ablación; la lucha de los jóvenes en los ojos de los hijos, en el deseo que nunca se ha cumplido de la libertad ante todo.
La gran virtud de Poniatowska está en acercar a esta brillante artista a círculos lectores amplios, porque uno puede encontrar en los libros de Carrington pasajes idénticos, y de similar factura verbal y estética, que la novelista birla a la manera de la urraca ladrona de que habló Michel Tournier, pero es de reconocer que sólo a través de la pluma de Poniatowska es que nosotros regresamos a Carrington y con ellos a la lucha de la mujeres y con ellos al esplendente desarrollo de las artes y de sus protagonistas, como es el caso de los surrealistas y a los infortunios de la humanidad durante la locura de entreguerras, la guerra civil española y la segunda guerra mundial..
He ido a Carrington por Leonora y eso es importante, a través de esta novela he conocido al borde del abismo a un personaje inolvidable, no a la manera de Selecciones de Readers Digest sino a la manera de la pulpa y la entraña del ser humano. Leonora es rebelde, se resiste a la autoridad de su padre, a la visión arcaica del arte, a la restricción de la mujer como hacedora de hijos y a la misma visión machista que desde las vanguardias se ejerce. Siempre está a la defensiva, pero siempre la saca adelante su lado creativo, su persistencia. Tan bien cocea y con tanto garbo que es capaz de moldear a la locura.
También la novela de Poniatowska es la reseña de un país que es atracción y repulsión para los extranjeros que encuentran en él, bien el acceso al paraíso que les es negado, bien el infierno en que habrán de purgar sus pasos (Lawrence, Lowry, Traven, Varo). O quizás tan sólo el espacio en que se revolverán en busca de sí mismos: Leonora regresa a México: “Durante todo ese tiempo traté de alejarme; nunca pude, algún embrujo me retiene como una mosca pegada a la miel” (P. 470).


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