jueves, 5 de junio de 2008

Huyan: Aquí nadie es inocente. Escenas de prensa

Huyan: Aquí nadie es inocente. Escenas de prensa

Y no existía salida alguna en verdad
Francisco Javier Mares


I

He tenido la ventura (desventurada) de tener ante mis ojos las galeras del libro de Francisco Javier Mares Aquí nadie es inocente. Escenas de prensa, de inminente publicación por Tlacuilo editores. Ventura porque desvela una realidad que a menudo ignoramos o pretendemos ignorar. Desventurada porque desde el título se da uno cuenta de que ha adquirido boleto de implicación.
El libro es intenso, sobre todo en su segunda parte, donde la noticia policíaca se torna casi obra de ficción, relato sabroso, a veces estructuralmente muy cercano al buen relato literario, pero con la prioridad de no cerrar la puerta al texto, sino de mandar al lector a confrontar lo que se dice con las calles que recorremos de manera cotidiana.
La primera parte tiene otra virtud. Es más frío, es una especie de boomerang donde desde el pasado se confirma el futuro, esto es el presente. Aquí a mí me gana el morbo y no salgo defraudado. Son entrevistas a políticos, disecciones de los cambios de rumbo y del bonapartismo que los que vivimos en Zacatecas pensamos era exclusivo de Ricardo Monreal Ávila y que en Guanajuato se confirma con el vertiginoso ascenso del actual gobernador, para no mencionar a aquel que vive por los rincones del Estado de Guanajuato.
La tercera parte es una miscelánea en donde se funden los dos niveles anteriores, pero además se da paso a un análisis más sereno de la vida que se disecciona en todas las páginas del libro. Es una miscelánea donde se asiste a un panorama de vida cultural sin soltar la presa y sin dejar de acudir a mordientes páginas con problemas vitales. Aquí el ensayo y el relato se huelen y se leen.

II

He dicho que la primera parte es una especie de Cuando el destino nos alcance. Y eso ya pasó. Asistimos así a la entraña de la antigua clase panista (en la voz de Luis Manuel Aranda), su civilidad y capacidad negociadora. Es la alfombra que se tendió para los nuevos panistas, pero es la lógica que posibilitó el ascenso a la gubernatura y, en gran medida, el amarre del precioso paseo por los Pinos.
Las entrevistas a Heberto Castillo y a Andrés Manuel López Obrador hablan de los oficios de Cárdenas por imponer su línea contra viento y marea y las palabras de Navarrete acaso presagian el destino que les espera a la vuelta de la esquina. El Rey ha muerto. ¡Viva el Rey! ¿Será cierto que la primera es drama y la segunda comedia?
Del bonapartismo del oficio en los medios a la comunicación social, a la dirigencia del partido y la gubernatura, mejor ni apostar porque cuadre con las asperezas del Zorro.
Y cierto, no hay inocentes. La mirada se nubla cuando ve la suerte de El Guaje, de su dirigente, y la puñalada que tiene que venir de dentro, vía la ruptura, para no tener que llenar las calles del centro de piedras y de titulares de ocho columnas contra la maldad que avanza y nos arrebata la ciudad tan católica y tan fiel a sí misma.
De la sección policíaca, la segunda, la más candente, desde mi modesto punto de vista, es de elogiar su ritmo y su construcción, lo que la pone lejos, de calle, de la noticia amarilla o roja que no pasa del cachondeo con lo frívolo. La técnica de Mares permite ver la realidad desde diversas perspectivas. Para empezar, no se trata de un fenómeno de buenos y malos. Malos los hay desde la sección anterior, y si no véase la pulcritud corrupta de los de cuello blanco que cobran por revisar o leer o corregir o váyase a saber por qué, pero cobran y bien. Y consta en actas.
Entonces en las crónicas de Mares se ve una realidad compleja, una sociedad golpeada y golpeadora, un ejercicio de la autoridad pendenciero, dado a la mentira y a la comodidad, arbitrario e injusto.
Puede tratarse de la construcción de una versión de hechos, del intento fallido de unos pelaos por escaparse del penal o del atrapamiento de un joven que huye o de una mujer asesinada cuyos acontecimientos no cuadran o se vive en la dimensión desconocida.
Lo demás es libros, lucha libre, suicidios. La vida igual de complicada sea desde el comentario bibliófilo, desde el vuelo del vampiro canadiense, de los pasos por el Coecillo arrebatado, igual de cabrón, pero ya otro, o el desamparo frente a “Blanca —su cuerpo inerme— fue descubierta a las siete de la noche con cincuenta minutos, al regresar del trabajo su padre, de oficio zapatero. Se había encerrado a las seis de la tarde”.

III
El edén subvertido, el ego angustiado, la responsabilidad sartreana una vez que libremente me he metido a los textos de Mares. Se sufre y más los que ya no pueden salir de los textos o de la muerte. La política seguirá su camino negociador, salpicado de refranes y pleitos entre jacobinos y cristianos, pero la nota roja seguirá arrojando muertos, presos, inocentes sepultados.
El libro es excelente, hay que leerlo. Lo que me parece más relevante, al final de cuentas, es que se pueda leer independientemente de su origen, que cobre vida por sí mismo en la totalidad y en cada una de sus partes. El libro reivindica al periodismo de calidad, pero sobre todo, se convierte en voz poderosa sobre un estado de cosas que hay que reexaminar y mantener en la memoria. Es de agradecerse la entrega a ese Tlacuilo terco y matrero. Salud.