lunes, 22 de junio de 2015

Matar a la literatura




¿Impartimos un saber que trate de la disciplina en sí o de su objeto? Y por lo tanto, en el caso que nos ocupa: ¿estudiamos ante todo los métodos de análisis, que ilustramos recurriendo a obras diversas? ¿O estudiamos obras que se consideran básicas, y para ello utilizamos los métodos más variados? ¿Qué es el objetivo y qué el medio? ¿Qué es obligatorio y qué opcional?
Tzvetan Todorov


El nombre de Tzvetan Todorov (Sofía, Bulgaria, 1939) durante muchos años estuvo ligado a textos frontera en los estudios literarios: Literatura y significación (sobre Las relaciones peligrosas de Choderlos de Laclós) y La Gramática del Decamerón representaron lúcidos ejercicios de la estructura en la obra literaria. Introducción a la literatura fantástica aún hoy es referencia obligada para los estudiosos de tal práctica literaria. Su Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje, en coautoría con Oswald Ducrot, aún está en el mercado y su antología de Teoría de la literatura de los formalistas rusos sirvió de fuente imprescindible entre formalismo y estructuralismo y en vía de acceso seguro a los textos.
Después su campo de acción se ha diversificado, primero en la antropología en la percepción del “otro” y del “nosotros” o del “yo”. Su estudio sobre la Conquista de América. La cuestión del otro anunciaba lo que era un análisis a profundidad del eurocentrismo y de sus crisis y que, sin duda, aludía a su propia condición de búlgaro en París, tanto en su herencia de dominación turca, de férreo y despótico dominio comunista y de su inserción en el centro de la cultura europea (como alumno de Gerard Genette y de Roland Barthes) a partir de los años 60. Tanto la percepción del otro como la presencia de los regímenes y conductas totalitarios están hoy en el centro de las cuestiones sobre el destino del hombre y sus desviaciones.
La literatura en peligro (Barcelona, 2009, Galaxia Gutenberg/ Círculo de lectores, 109 pp.) es un conjunto de ensayos que tiene como preocupación central la enseñanza y el destino académico de la literatura. Como sucedió con el marxismo, y en general con todos los movimientos afortunados, el estructuralismo se convirtió en una moda y en una ideología o en una política de estado. Lo que fueron brillantes ejercicios en pro fe nuevas lecturas de la realidad y de las obras, con un centro ineludible: los textos, terminó convirtiéndose en una forma de control y en un aburrido repetir de búsquedas y fórmulas vacías en seguidores que no se dieron cuenta cuando los padres fundadores ya andaban en cosas diferentes. Es muy válido el ejemplo de México, donde la esposa del Secretario de Educación Pública en el sexenio de Echeverría introdujo una reforma con aparente fundamentación estructuralista que terminó en un fracaso rotundo y en donde ni la implantación, ni el desarrollo, ni el producto se parecía a lo que se pregonaba.  
El fin de la literatura es claro para Todorov:

Si hoy me pregunto por qué amo la literatura, la respuesta que de forma espontánea me viene a la cabeza es: porque me ayuda a vivir. Ya no le pido, como en la adolescencia, que me evite las heridas que podría sufrir en mis contactos con personas reales. Más que excluir las experiencias vividas, me permite descubrir mundos que se sitúan en continuidad con ellas y entenderlas mejor.

El resto es claro. Todorov desarrolla en pequeñas piezas el largo camino de la literatura por independizarse, por tener en la belleza su especificidad y en la realidad su punto de permanente confluencia y confrontación, porque su naturaleza jamás se resigna a quedar etiquetada o reducida a una forma. De allí que todas las querellas de los artistas de la Ilustración a la actualidad por imponer su práctica literaria se encuadren dentro de una gran tendencia para encontrar en la modelización del mundo a través del lenguaje una arte que puede brindar ayuda a otros y que produce una serie de disciplinas que lo mismo estudian esos mundos que propician que esos mismos mundos sean estudiados desde otras áreas del saber humano.
De allí la dificultad de abarcar de manera correcta a la literatura, pues lo mismo se encuentra como producto del lenguaje y por lo mismo como parte de la lengua de una comunidad, que como parte de su propia creación. Esto es, atiende a sus propias creaturas. Sufrirá pues el asedio de otras visiones que alguna vez se apropiaron de ella y del poder que sólo quiere prolongarse. Pero la literatura tiene dentro de ella el antídoto.
El mismo Todorov reconoce que asiste a una comisión encargada de la educación en Francia cuando él no tiene la experiencia de la enseñanza, habiendo hecho carrera en la investigación. ¿Qué debemos enseñar: datos de obras, autores, movimientos, literaturas nacionales y una universal? ¿Reglas de funcionamiento de las obras literarias? ¿Terminología o metalenguaje? ¿Degustación de las obras? ¿Aplicación de lo que hay en las obras a la vida? Sin duda el problema es complejo y exige un trabajo permanente de carácter multidisciplinario y más allá de la mera voluntad.
Parece indudable que lo esencial es rescatar ese factor vital que proporciona la literatura y sus posibles aportaciones al conocimiento o al manejo de la realidad y es también indudable que lo esencial es leer, que el ciudadano sea libre de poder leer, entender y aplicar lo que lee como le dé la gana.
El principal peligro contra la literatura es despojarla de esa esencia contaminante, de esa posibilidad de manejo de códigos, de ese derecho a evadirse de la terrible realidad sin que eso signifique desconocimiento o delito. Todorov ha sido congruente, porque nos enseñó una forma de leer, de desentrañar textos, de degustarlos. Fiel al carácter del movimiento francés, no sólo fue uno de los responsables del rescate de escritores abandonados por su mínimo soporte narrativo (Sterne y Laclos), sino que nos comprometió a leer de acuerdo al texto, de acuerdo a los secretos de la estructura.
Más apenado por lo que otros han hecho y dejado de hacer, Todorov nos brinda en estos ensayos la certeza de que ha sido una larga hazaña la de la literatura para defender su territorio y permitir que cada generación relea a los autores del pasado como para que ahora nos la vengan a matar con métodos que además asesinan cualquier voluntad de leer de los alumnos.  


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