¿Impartimos
un saber que trate de la disciplina en sí o de su objeto? Y por lo tanto, en el
caso que nos ocupa: ¿estudiamos ante todo los métodos de análisis, que
ilustramos recurriendo a obras diversas? ¿O estudiamos obras que se consideran
básicas, y para ello utilizamos los métodos más variados? ¿Qué es el objetivo y
qué el medio? ¿Qué es obligatorio y qué opcional?
Tzvetan Todorov
El nombre de Tzvetan Todorov (Sofía, Bulgaria, 1939) durante muchos
años estuvo ligado a textos frontera en los estudios literarios: Literatura y significación (sobre Las relaciones peligrosas de Choderlos
de Laclós) y La Gramática del Decamerón representaron
lúcidos ejercicios de la estructura en la obra literaria. Introducción a la literatura fantástica aún hoy es referencia
obligada para los estudiosos de tal práctica literaria. Su Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje, en
coautoría con Oswald Ducrot, aún está en el mercado y su antología de Teoría de la literatura de los formalistas
rusos sirvió de fuente imprescindible entre formalismo y estructuralismo y
en vía de acceso seguro a los textos.
Después su campo de acción se ha
diversificado, primero en la antropología en la percepción del “otro” y del
“nosotros” o del “yo”. Su estudio sobre la Conquista
de América. La cuestión del otro anunciaba lo que era un análisis a
profundidad del eurocentrismo y de sus crisis y que, sin duda, aludía a su
propia condición de búlgaro en París, tanto en su herencia de dominación turca,
de férreo y despótico dominio comunista y de su inserción en el centro de la
cultura europea (como alumno de Gerard Genette y de Roland Barthes) a partir de
los años 60. Tanto la percepción del otro como la presencia de los regímenes y
conductas totalitarios están hoy en el centro de las cuestiones sobre el
destino del hombre y sus desviaciones.
La
literatura en peligro (Barcelona, 2009, Galaxia
Gutenberg/ Círculo de lectores, 109 pp.) es un conjunto de ensayos que tiene
como preocupación central la enseñanza y el destino académico de la literatura.
Como sucedió con el marxismo, y en general con todos los movimientos
afortunados, el estructuralismo se convirtió en una moda y en una ideología o
en una política de estado. Lo que fueron brillantes ejercicios en pro fe nuevas
lecturas de la realidad y de las obras, con un centro ineludible: los textos,
terminó convirtiéndose en una forma de control y en un aburrido repetir de
búsquedas y fórmulas vacías en seguidores que no se dieron cuenta cuando los
padres fundadores ya andaban en cosas diferentes. Es muy válido el ejemplo de
México, donde la esposa del Secretario de Educación Pública en el sexenio de
Echeverría introdujo una reforma con aparente fundamentación estructuralista
que terminó en un fracaso rotundo y en donde ni la implantación, ni el
desarrollo, ni el producto se parecía a lo que se pregonaba.
El fin de la literatura es claro para
Todorov:
Si hoy
me pregunto por qué amo la literatura, la respuesta que de forma espontánea me
viene a la cabeza es: porque me ayuda a vivir. Ya no le pido, como en la
adolescencia, que me evite las heridas que podría sufrir en mis contactos con
personas reales. Más que excluir las experiencias vividas, me permite descubrir
mundos que se sitúan en continuidad con ellas y entenderlas mejor.
El resto es claro. Todorov desarrolla en
pequeñas piezas el largo camino de la literatura por independizarse, por tener
en la belleza su especificidad y en la realidad su punto de permanente
confluencia y confrontación, porque su naturaleza jamás se resigna a quedar
etiquetada o reducida a una forma. De allí que todas las querellas de los
artistas de la Ilustración a la actualidad por imponer su práctica literaria se
encuadren dentro de una gran tendencia para encontrar en la modelización del
mundo a través del lenguaje una arte que puede brindar ayuda a otros y que
produce una serie de disciplinas que lo mismo estudian esos mundos que
propician que esos mismos mundos sean estudiados desde otras áreas del saber
humano.
De allí la dificultad de abarcar de
manera correcta a la literatura, pues lo mismo se encuentra como producto del
lenguaje y por lo mismo como parte de la lengua de una comunidad, que como
parte de su propia creación. Esto es, atiende a sus propias creaturas. Sufrirá
pues el asedio de otras visiones que alguna vez se apropiaron de ella y del
poder que sólo quiere prolongarse. Pero la literatura tiene dentro de ella el
antídoto.
El mismo Todorov reconoce que asiste a
una comisión encargada de la educación en Francia cuando él no tiene la
experiencia de la enseñanza, habiendo hecho carrera en la investigación. ¿Qué
debemos enseñar: datos de obras, autores, movimientos, literaturas nacionales y
una universal? ¿Reglas de funcionamiento de las obras literarias? ¿Terminología
o metalenguaje? ¿Degustación de las obras? ¿Aplicación de lo que hay en las
obras a la vida? Sin duda el problema es complejo y exige un trabajo permanente
de carácter multidisciplinario y más allá de la mera voluntad.
Parece indudable que lo esencial es
rescatar ese factor vital que proporciona la literatura y sus posibles
aportaciones al conocimiento o al manejo de la realidad y es también indudable
que lo esencial es leer, que el ciudadano sea libre de poder leer, entender y
aplicar lo que lee como le dé la gana.
El principal peligro contra la literatura
es despojarla de esa esencia contaminante, de esa posibilidad de manejo de
códigos, de ese derecho a evadirse de la terrible realidad sin que eso
signifique desconocimiento o delito. Todorov ha sido congruente, porque nos
enseñó una forma de leer, de desentrañar textos, de degustarlos. Fiel al
carácter del movimiento francés, no sólo fue uno de los responsables del
rescate de escritores abandonados por su mínimo soporte narrativo (Sterne y
Laclos), sino que nos comprometió a leer de acuerdo al texto, de acuerdo a los
secretos de la estructura.
Más apenado por lo que otros han hecho y
dejado de hacer, Todorov nos brinda en estos ensayos la certeza de que ha sido
una larga hazaña la de la literatura para defender su territorio y permitir que
cada generación relea a los autores del pasado como para que ahora nos la
vengan a matar con métodos que además asesinan cualquier voluntad de leer de
los alumnos.
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