sábado, 13 de julio de 2013

Flamígera ceguera

]Efemérides y saldos[


Flamígera ceguera
Alejandro García

¿Cómo no se dio cuenta de lo que había entre su madre y yo? ¿Cómo es posible que nadie lo viera? Pero la respuesta es sencilla. Vieron lo que esperaban ver y no vieron lo que no esperaban. De todos modos ¿de qué me admiro? Estoy seguro de que yo no era más perspicaz que ellos. Esa clase de miopía es endémica.
John Banville


Antigua luz (México, 2012, Alfaguara, 295 pp) es una novela que toma ventaja rápidamente sobre el lector, ninguna mujer, y estoy dispuesto a apostar, ha  conocido jamás la sufusión de secreto deleite que inunda las venas de un varón de cualquier edad, desde que da sus primeros pasos hasta que es nonagenario, ante el espectáculo de las partes pudendas femeninas, de tal manera que es casi hasta el final que empiezan las dudas y los cuestionamientos en torno a si el autor, John Banville (Wexford, Irlanda, 1945), será capaz de mantener la calidad de la historia, su vértigo, sus riesgos y si podrá resolver la historia con un indicio que ha repetido a lo largo del texto: la posibilidad de que el personaje que él protagoniza en una película sea el que embarazó a su hija y luego se ocultó antes de que ella se suicidara en las costas italianas.
Alexander Cleave rememora cómo a los 15 años, ahora anda más allá de la sesentena, mantuvo durante varios meses una relación con Celia Gray, la madre de su mejor amigo, con 35 abriles. Se trata de una relación que pasa de la cautela a la exhibición, de la superficialidad al toque de pliegues insondables de la naturaleza humana y que, por supuesto, debe tener un fin, que todo el libro se sostiene fue escandaloso y necesario. Esa premura se comunica al lector y sin duda éste participa de la ceguera general de que se habla en el epígrafe.
En el hoy narrativo, Cleave es un actor de teatro en retiro que es solicitado para protagonizar a Axel Vander. De esa manera trabará relación con Dawn Devonport, joven actriz que hará el papel de una de las mujeres importantes en la vida del personaje principal. Sólo que habrá que agregar que hace 10 años que Cleave ha perdido a su hija Cass, muerta, embarazada, entre los riscos de la costa de Portovenere.
 Durante la filmación Devonport intenta suicidarse. Se sabe que Dawn ha perdido hace poco a su padre y que eso la ha mermado sustancialmente. Cleave diseña un plan para llevarla al lugar donde su hija murió. A medida que avanza la novela, los tres ejes, las tres mujeres: la antigua amante, la hija y la actriz se entremezclan sin perder su mayor encanto la idílica relación, pero es obvio que por momentos llegan a pesar más bien el misterio de la hija, bien esa noche en que Davenport llega a su cuarto y se pega a él en inocente búsqueda de cobijo.
Mientras uno como lector pretende que el autor caiga en su propio sebo y resuelva el conflicto por el lado de la hija, la mayor aportación está fuera de la anécdota que parecía resuelta: un amor entre un joven de 15 y una mujer de 35 no tiene futuro, debe terminar ante la serie de desatinos que los descubre ante el pueblo. O bien un buen día la mujer se va del pueblo después de que la hija los ha visto en pleno juego amoroso, junto con una amiga, y que su amigo lo ha encontrado y llenado de insultos, por lo que el dolor queda y se acabó.
Una extraña llamada le dará a conocer no el misterio de su hija, tampoco el de la actriz, sino su ceguera, al no darse cuenta de que unos meses después de la huida de la familia, la señora Gray murió. Lo dice la única testigo de su relación, ahora monja, y lo dice con la certeza de que “aquello” pudo prolongar la vida de su madre y de que no hubo tal escándalo en el pueblo, ni siquiera el dolor de un padre ante el engaño.
De tal manera que la vida se ha construido sobre esa ceguera, sobre ese joven encaprichado en la atención de una mujer que veía en él una serie de respuestas ante una vida que sabía insatisfactoria y muy muy corta.
Antigua luz de John Banville, publicada el mismo año en inglés y en español, es sin duda una de las grandes novelas que se publicaron durante 2012. Banville desarma al lector de tal manera que éste no se da cuenta de que está ante esquemas: el amor entre un joven y una mujer madura (además, madre de su mejor amiga), el dolor por el suicidio de la hija y la incomprensión de los padres ante esto y por último una hija de papá que intenta suicidarse ante la muerte de su gran pilar. Pero Banville rebasa los esquemas, alienta esa historia donde se nos van revelando los personajes en sus límites y en sus posibilidades de darse, pero ante todo en su capacidad de incomunicación, en su soledad, en ese egoísmo que nos impide ver la desgracia o la desdicha de los otros y sólo permite la atención, la atención exclusiva, aunque el otro esté a punto de cumplir su propia ruta y eso pueda significar la muerte.


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