sábado, 13 de julio de 2013

Cambio de manos: liberación

]Efemérides y saldos[


Cambio de manos: liberación
Alejandro García

Ella misma, que ya es libre pero no puede hacer nada con esa libertad, ni ella ni los demás, ni el tullido allí el sótano, ninguno sabe qué hacer con la libertad, porque son seres humanos
Sándor Márai


Budapest, 1945. Los alemanes resisten metro a metro el avance de los rusos. Frecuentemente se repliegan y van desalojando a los húngaros, la valentía invasora pone frecuentemente en medio a la población civil. Los cruces flechadas hacen el trabajo sucio de continuar con la molienda de judíos, comunistas e indiferentes a la política. También los comunistas despliegan su estrategia de espera de los soviéticos.
Erzsébet Sós tiene 23 años, es enfermera y ha vivido a salto de mata los últimos 10 meses. 24 días en torno al fin del 44 y principios del 45 sufre el asedio de la ciudad. Su nombre es real, no así el apellido. Ha renunciado a viajar con los estudiantes húngaros a Alemania y así ponerse a salvo, con eso se ha hecho sospechosa al régimen y está el asunto del parentesco, de allí su necesidad de otra identidad. Se encuentra en Budapest y debe proteger a su padre, un científico cuya única debilidad parece ser su no compromiso político. Claro, para los invasores representa una amenaza porque tiene simpatía por los débiles y una actitud crítica. Estar ajeno a los bandos es su mayor peligro, la muerte pende sobre él y la hija la ha llevado de refugio, mientras ella, a prudente distancia, vigila que no sea atrapado. Es uno de esos casos en la derecha lo ve como izquierdoso y la izquierda como derechista. No tiene asidero. En todos lados resulta incómodo.
Se ha dicho que los rusos representan el final de la pesadilla, la expulsión de los alemanes y el fin de la persecución, el abuso y la muerte. Desde luego, además de la propaganda está la situación desesperada en que los han sumido los nazis y sus aliados locales. Los rusos harán su voluntad. Al oriente, sur y sureste de Alemania los aliados no tuvieron el mismo peso en el reparto territorial. Lejana a las piezas del ajedrez Erzsébet consigue un refugio por fin. Su padre es encerrado a ladrillo y cal, es la única manera de sobrevivir, no sin peligros, en esa área que día a día se estrecha más y donde la liberación es cada vez para menos gentes.
En el sótano de un edificio se hacinan diversos personajes, entre ellos una joven y un anciano inválido, la intrepidez  y la experiencia han logrado sortear diversas trampas. Por fin un día se dice que los rusos están del otro lado de la calle y los alemanes huyen con la masa de gente que son su protección y su escudo humano. La joven se va, no osin antes gritar “Liberación”, el anciano se queda y le pide a Erzsébet que haga lo mismo, sabe que en cada desplazamiento hay muertos, ejecuciones, cadáveres que se quedan en el camino. Si se quedan, pueden salvar la vida. Tanto alemanes como cruces flechadas no descansan, muerden y humillan al derrotado y no le dan oportunidad de ver a los rusos.
Erzsébet sabe que su padre puede ser descubierto o convertir su madriguera en ratonera. Un poco convencida por el anciano y otro poco orillada por la llegada de un ruso se da cuenta de que la liberación ha llegado. No hay júbilo, ni de los liberados ni de los liberadores. Hay escasez, un triunfo apenas esbozado y el viejo calla, pero no ella, es descubierta con el ruso, lo tranquiliza, a pesar de la diferencia de lenguas, lo estudia, pero finalmente el llamado de la carne se impone en el victorioso y toma a la presa liberada. Sí, el cambio de manos ha llegado. Es la nueva libertad. Vendrán hombres más toscos, continuarán pequeñas refriegas entre bandos, pero las antiguas víctimas sólo cambiarán el adjetivo “antiguas” por “permanentes”o “futuras”. Se sospecha que el padre saldrá del refugio, pero el problema ahora es otro, la pesadilla no ha terminado.

Desde que tiene uso de razón… ha oído hablar de los bolcheviques como de seres demoníacos y depravados que se dedican a devorar niños en las iglesias… Claro que ella… sabe que los bolcheviques están organizando una nueva sociedad y que al hacerlo seguramente cometen errores y crueldades, pero los guían la fe y el entusiasmo, elevados ideales.

Sándor Márai ha sido conocido por amplio público gracias a la editorial Salamandra. Se reconoce así a un escritor nacido en 1900 en Kassa, entonces ciudad húngara y hoy eslovaca. Exiliado en los años 20 por un régimen húngaro represivo, se mantuvo lejos por la guerra y por el régimen comunista. Se suicidó en 1989 en San Diego, California.

  En Liberación (Barcelona, 2012, Salamandra, 158 pp) Márai construye un personaje protector, listo siempre a leer la realidad que amenaza la seguridad de su padre. La gran tensión de meses, el imperio de la muerte, el olor de la derrota (doble en el caso de ellos: derrotados por los nazis y por los cruces flechadas. Después vendrá la tercera caída). Erzsébet se mueve en la realidad, cubre y aspira a salvar su vida y la de los demás. Seguirá luchando, es esto estará seguro el lector.

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