sábado, 13 de julio de 2013

Maltrecho, el realismo mató toda esperanza en el futuro

]Efemérides y saldos[


Maltrecho, el realismo mató toda esperanza en el futuro
Alejandro García

Todavía no ha quedado claro cómo logró Huguenau salir de Bélgica sin tropiezos; quizá haya  que atribuirlo a la seguridad de sonámbulo con la que fue alejándose de zona tan peligrosa: caminaba siempre hacia delante en el aire diáfano  de la temprana primaveras, marchaba como sumergido bajo un fanal de despreocupación, aislado del mundo y al mismo tiempo dentro de él.
Hermann Broch


Llegamos por fin a Huguenau o el realismo (Barcelona, 2006, Deboslillo, 422 pp), tercera entrega de Los sonámbulos. Se desarrolla durante 1918 y pone especial atención en los sucesos de los días 3, 4 y 5 de noviembre en el Electorado de Tréveris. La novela reúne a los dos protagonistas anteriores: Von Pasenow es ahora el Comandante de la plaza y Esch es el dueño de un periódico.
El año anterior, Huguenau, a pesar de su miopía, es llamado a filas y llevado a combatir a Bélgica. Durante un enfrentamiento que parece eternizarse en las trincheras, nuestro héroe huye. Se convierte en desertor. Pero es hábil, un práctico comerciante, un hombre que sabe vivir de acuerdo a las condiciones y sabe lograr una buena posición a donde llegue. De modo que ve la posibilidad de hacer negocios y apoderarse del periódico de Esch, involucrar a lo mejor de la población y manejar el periódico sin invertir con dinero a la vista. Es una actividad dentro del sonambulismo total en que se mueven los otros personajes, defoliados totalmente de cualquier principio, desvanecidos por la guerra y seguramente muy cerca del estigma por la segura derrota.
Broch teje la aventura de Huguenau con otros dos bloques: “Historia de la muchacha salutista de Berlin” y “degradación de los valores”. Se trata de tres discursividades: la anecdótica, que narra la paulatina caída de los alemanes; la religiosa, la imagen de una joven vista desde sus esfuerzos religiosos; y la filosófica, el desvanecimiento de los valores y del soporte de la humanidad en la ética para pasar a los vaivenes y desaguisados de la religión, incluyendo las propuestas enmendadoras del tipo del Ejército de Salvación.
Broch recurre a un alter ego, Bertrand Müller, quien lleva la voz cantante en lo referente a la disolución de la cultura europea como consecuencia de la guerra: ha puesto al desnudo el fracaso del hombre. A lo largo de la novela se habla de un “estilo”, se cuestiona si eso es posible aún en un periodo en que la conducta humana se ha extraviado.

Hegel auguró a la historia “el camino hacia la liberación de la sustancia espiritual”, el camino hacia la autoliberación de lo espiritual… camino que se ha convertido en la ruta hacia el descuartizamiento de todos los valores.

Frente al calculador Huguenau se contrastan Hanna Wending, la mujer que ha quedado viuda a pesar de que su marido viene del frente y hacen el amor y lo despide con cierta esperanza de que pueda regresar de nuevo. El problema es que el daño ya está hecho, la insensibilidad se ha apoderado de esa mujer para quien el sonambulismo tal vez no tenga nombre, pero que está segura de que ella ya no es la que era y de que cualquier evolución es imposible. También se encuentra el soldado Ludwig Gödicke,  manco, quien trata de sacar a flote su frustración, su derrota, mediante la caricatura, el ridículo, el manejo de la palabra hiriente.
Alemania se precipita a su derrota y el conocedor del anarquismo, Esch, podrá dedicarse a la predicación, cautivar a Pasenow con la consiguiente alarma de Huguenau. Es en este periodo de aniquilamiento que se sabe de la deserción de Huguenau, pero Pasenow mantiene la sangre fría y juega con esa realidad que sólo presagia males mayores para todos.
Huguenau se involucra en los movimientos de rebelión de noviembre. Su salvación está a la mano, pero tendrá aún que ir sobre las carnes de la señora Esch y sobre la vida del marido. Aún tendrá la frialdad de rescatar a Pasenow después de las jornadas de motines y lo llevará al hospital después de recoger los dineros que lo mantendrán con vida y lo sacarán de la zona de desastre.
Huguenau se adapta a la nueva realidad, como lo hizo durante la última etapa de la guerra. Ha tapado los hoyos suficientes para salvaguardarse y ha logrado que el periódico que consiguió con trampas y dinero sólo nombrado le rinda nuevos frutos. La derrota le ha dotado de lo suficiente para vivir.
En Huguenau o el realismo Broch cuestiona la historia, la ética, la religión y en general la marcha de la humanidad. Primero ajusta a las cuentas a los románticos, después a los anarquistas, finalmente a los realistas que hablaban de una historia hegeliana que había encontrado su perfección en Alemania. También cuestiona la ética kantiana, la razón ha enloquecido y destruido a buena parte de los hombres de su tiempo. Y por último, la religión ha mostrado su papel conservador, su cercanía con el poder, su incapacidad para señalar rumbos y para dar respuestas a los hombres. El hombre ha hecho de la realidad una caricatura macabra en que los hombres de carne y son sonámbulos y los lemas de la Modernidad son viles cascarones. 



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