sábado, 8 de diciembre de 2012

Las Malvinas, rocas en el zapato


]Efemérides y saldos[


Las Malvinas, rocas en el zapato
Alejandro García

Cuando un parlamentario laborista preguntó por qué no se había disparado un torpedo de advertencia al General Belgrano —que pasó a cierta distancia del barco— para darle oportunidad a retirarse, un almirante contestó que la Marina Real no podía darse ese lujo, porque cada uno de los dos torpedos Tigerfish que hundieron al crucero vale medio millón de dólares. Viajaban en el Belgrano mil hombres: su vida no valía 5 000 dólares por cabeza
Fernando del Paso


Hace 30 años que Argentina invadió las islas Malvinas. En sentido estricto, desde su punto de vista, sólo ejercieron su derecho. Sólo que las Islas Falkland están en poder de Inglaterra desde el siglo antepasado. Quizás como en el momento del triunfo futbolístico de 1978, el general Galtieri quiso poner una decoración vigorosa que ocultara el genocidio del poder que encabezaba.
Después del llamado patriótico, de la suerte que se ponía en juego tras un derecho legítimo, de la simpatía que la medida provocaba en los soñadores de la justicia, aparecía una de las tantas complicaciones de la historia. El va y ven de las Malvinas (México, 2012, Fondo de Cultura Económica, 119 pp.) reúne las colaboraciones de Fernando del Paso para el semanario Proceso durante los momentos del conflicto. Allí el escritor mexicano nos da un pulso de los acontecimientos y un análisis de sus diversas perspectivas.
Lo que empezó como una fiebre popular, que después se vio como un sacrificio inútil de jóvenes argentinos, se fue transformando no sólo en la respuesta de la potencia militar inglesa, sino en el nudo de problemas que representó. En parte porque el  conflicto se daba en América, así fuera en una de sus zonas insulares, por lo que Estados Unidos mucho podría decir, dado su celo en torno al continente.
Las Malvinas fueron publicitadas en Europa como el acto provocador de una dictadura que sometía a sus muchachos y desaparecía a sus opositores (la dictadura argentina era tan detestable que incluso peleaba por territorios con la dictadura chilena, acaso más afín a Inglaterra). También como un acto de agresión injustificado. El honor inglés estaba herido y había que escalar la respuesta. Ciertamente se tuvo que pasar de un cierto estupor, de una cierta revisión de dónde estaba el conflicto, sobre todo para los ciudadanos ajenos al poder público, lo que parece contrapuesto a la percepción del argentino común que suele tener presente el caso Malvinas en su percepción casi corriente.
Además de la necesaria lección era obligado responder como sistema mundial. Dentro de esa región del mundo, en el casquete polar del sur se encuentran riquezas y recursos inexplorados. Es cierto que los negocios en otras partes son más redituables por el momento de allí que hubiera que calcular la urgencia del golpe y su magnitud.
Razón aparte es el hecho de que ante el cambio de manos en el Canal de Panamá la punta inferior de América y lo que la rodea se convierten en zona estratégica para el transporte de mercancías.
Estados Unidos hubo de transitar de testigo y asesor en cuestiones de seguridad a vigilante negociador y potencial enemigo de la dictadura argentina. Los intereses estratégicos se habían impuesto, la riqueza también y los residuos de colonialismo territorial.
¿Qué quedó en medio? Como siempre, las víctimas, los jóvenes argentinos que tuvieron que defender el territorio cuando la maquinaria de negociación había quitado toda posibilidad al gobierno. Fue cosa sencilla el que se glorificaran las armas reales. Ironías de la vida, los mandos ocultaron su responsabilidad y evadieron la acción, pelear ellos hasta la última gota de sangre. Hace unos días se pudo ver a Rafael Videla en las portadas de los diarios del mundo condenado por el caso de los hijos de los argentinos desaparecidos: su postrer momento de gloria. No le tocó a Galtieri.
Del Paso culmina con un relato fantástico: qué haría la Francia socialista si algunas de sus islas caribeñas fuera invadida o reclamada por un país americano. La respuesta es muy similar al caso Malvinas. Mitterand tampoco dudó en apoyar a Gran Bretaña. El relato termina en el realismo más doloroso. Quizás se podría aducir que Miterrand cobraba a los (norte) americanos el abandono a ingleses y franceses durante el reclamo del Canal de Suez.
El autor inicia este libro de la memoria con su propio caso en relación al cuidado de la opinión pública y especializada en Inglaterra, el cuidado y los filtros que se ponen para preservar el estado de cosas. No lo pudo hacer en la radio británica: dar su opinión. Lo hizo en el semanario Proceso, vehículo incómodo no sólo de un país que naufraga en  sus contradicciones y desigualdades, sino en un mundo que se mantiene también sobre la violencia y el control.
Del Paso narra que Ronald Reagan se refirió a las Malvinas como unas piedras congeladas allá abajo del mundo. Su desprecio por el caso no se correspondía con el tamaño de la respuesta. Si eran unas rocas, seguro fueron en el zapato del poder imperial.

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