martes, 12 de agosto de 2014

Perdimos un Dire, ganamos un extraordinario actor




En la casa del novelista Sergio Galindo, coincidieron Sandoval y Galván. Al calor de las copas el primero calificó al segundo de “teatrero de concursos”, pues se quejaba el maestro de teatro de haber sido maltratado en el concurso regional cuya sede fue Aguascalientes a mediados de la década de los años sesenta, así que cuando fue tildado de teatrero reviró llamando a don Víctor “poeta de juegos florales”.
Francisco Bernal Tiscareño


Jorge Galván. La vida de un viajante (Aguascalientes, 2012, Instituto Cultural de Aguascalientes/ CONCAULTA, 157 pp) es un libro biográfico sobre la trayectoria de este excelente actor, quien saltó a la fama con la película Por si no te vuelvo a ver, pero cuya importancia era notable desde hacía décadas bien en el ámbito de la promoción cultural, bien en el del teatro. Acaso acostumbrados a su discreta presencia y don de gentes, a la calidad de las cosas que emprendía y a la rutina que todo lo uniforma, tuvo que venir el mundo de la farándula a revelárnoslo en todas sus facetas, aunque en realidad era necesario un libro como éste de Francisco Bernal Tiscareño que nos permitiera repensar algunas cosas sobre el mundo que habitamos.
El libro es muchos a la vez. En primer lugar es un agradable recorrido fotográfico por el mundo del hombre, Jorge Galván. Aquí encontramos a sus seres queridos, la línea de su vida en deuda hacia atrás y hacia adelante, por la herencia que recoge y que deja. Aquí están también los seres que en su horizontalidad, su mujer, sus amigos, sus adversarios, que  le han permitido caminar en este universo de signos no siempre propicio, pero que siempre han visto la escuela del esfuerzo y de la videncia al alcance de la mano. Están también los frutos, los otros hijos, cargos de gestión, los libros, las obras dirigidas o representadas, su arribo al cine, monstruo de mil cabezas.
Es también un homenaje a los pioneros de la cultura. Me imagino a Jorge Galván vendiendo libros, en sus momentos libres, en un pequeño local de la Casa de la Cultura de la calle de Carranza, a la que bajé un día y me sorprendí al encontrarme El obsceno pájaro de la noche de José Donoso. Leyendo el libro de Bernal reconstruyo el momento. Así de variada tiene que ser la actividad cultural en nuestros espacios, gracias a eso podemos decir que hemos avanzado en la tarea de rescatar al arte de las agresiones de la lógica del capital y la ganancia y en la instauración de su creencia. En consecuencia, la cultura y el arte presentan ese sudor y bilis que necesitan todos los actos de la vida, aunque anteponiendo siempre la dosis lúdica que el arte exige.
Como instituciones que se deben al arte, las casas de cultura u otras de similar talante, conocen de las luchas, contraposiciones, madruguetes, errores y aciertos que todo emprendedor sabe. De allí que en un momento dado al salir del terruño el líder, se haya dado la decisión que no sólo apuntó a alguien, sino que dejó descontento a otro. ¿Cuál fue la mejor decisión? Bernal Tiscareño apunta que eran dos proyectos diferentes y que Sandoval apoyó al continuismo, frente al Galván que buscaba más bien otro tipo de difusión y vinculación entre y con la gente.

Uno era el conocido y puesto en marcha por don Víctor Sandoval; la otra opción abría nuevas perspectivas entre las cuales se privilegiaría profundizar y llevar el fenómeno cultural a las comunidades. Ver de una vez por todas a la cultura en Aguascalientes como política de Estado.
  
Asistimos así en medio del rompecabezas, tal cual yo irrumpo de pronto en el conflicto no del todo contado, no nada más a no estar dentro de la decisión, sino a ser excluido en el porvenir. Así como Paz dijo que con Vargas Llosa ganamos un excelente escritor y perdimos un mal político, con Galván perdimos un director de cultura, eso sí de uno de los estados que mejor lo habían hecho hasta eso momento, en parte gracias a él, pero ganamos un hombre de teatro, de televisión y de cine que después de la purga tenía lo mejor ante sí. Cierto, le pudo costar la vida, la enfermedad, la amargura siempre, pero lo superó y lo tenemos ahora re-contextualizado en todas partes: más y mejor, con más años y más joven que nunca. Como señala Elena Bernal:

Entonces Jorge, como un niño, que se sorprende ante todo, puede ser dirigido en un cortometraje por su nieta Violeta Carbajal o actuar junto a Martha, su hija, en una obra como Las sillas de Ionesco y permitirse jugar “El gran teatro del mundo, como diría Calderón de la Barca, sí, jugar en el teatro, por el teatro y para el teatro.

En el epígrafe se consigna el descontón recíproco y genial: asiduo a los “concursos” o a los “juegos florales”, ni siquiera al premio Nacional que Sandoval había creado. Creo que ambos personajes supieron ir más delante de ese estigma, es más, ya estaban fuera de toda sospecha, pero el choque produce el pegar donde más duele y la soledad de la práctica del arte y sobre todo su recuperación en la autoestima suele provocar esos enconos, injusto para ambos.
La tolerancia de unos a otros, así hayamos sido los mejores amigos y ahora ya no más, nos permite apreciarnos sobre todo a partir de lo que hacemos y de la calidad de nuestra tarea. Jorge Galván, sin duda, nos enseña los brincos de su ingenio, pero sobre todo los brincos existenciales que lo ubican en el menor lugar de nuestro cerebro y de nuestro corazón. Y gracias, Bernal, porque nos permites asomarnos a ese poliédrico escenario en el que en muchos nos reconocemos y entendemos que el camino por delante está difícil y la palabra queda corta.


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