]Efemérides y
saldos[
Maneras de amar y de mentir
Alejandro
García
Temían la despedida y, al mismo tiempo, su proximidad
los sumía en una singular levedad. Ya no tenían una vida en común, pero todavía
no estaban instalados cada uno en la suya. Estaban en tierra de nadie. Y así
hicieron el amor: con timidez al principio, porque volvían a resultarse
extraños, y con más alegría después.
Bernhard Schlink
Son 7 relatos y en el título del libro se da prioridad a una de las palabras: Mentiras de verano (Barcelona, 2012, Anagrama, 258 pp). Y es cierto, a diversos niveles el engaño está presente en cada uno de ellos. Sin embargo, detrás de ese capote del autor sobre la pericia del lector, se encuentran el amor o su contraparte, el desamor y la cercanía o la lejanía de los acontecimientos y, por último para lo que aquí me es posible decir, están el amor solitario, el de pareja y aquel en que intervienen otros y el amor de pareja y el de los hijos.
Bernhard Schlink, autor de la célebre
novela El lector, donde también trata
el amor, el misterio de los integrantes de la pareja, la tozudez de él o ella y
en general lo que significa encadenarse a partir de un hecho incidental y de la
toma de pequeñas decisiones. Como fiel escritor contemporáneo, Schlink nos
enfrenta a lo inasible, a lo incorpóreo, a lo que está ahí en el fondo de
hombres y mujeres y no se resuelve porque sólo se puede revisitar la
experiencia, pero no enmendarla. La cicatriz está allí y el melodrama se ha
suspendido, los esquemas propios de lectores ávidos de clímax entregados al
final deben esperar.
En los primeros tres relatos la mentira
va en ascenso y sus resultados son diversos: En “Temporada baja” ella lo espera
y finge tener una condición económica inferior a la real. Esto es importante
porque él se encuentra en el límite, gastando sus últimas disposiciones en
tarjeta de crédito. Se encontrarán y él tendrá de menos a más necesidad de
ella, al grado de que al final pudiera sospecharse que aquello terminará en
dependencia. En “La noche en Baden-Baden” él oculta a su novia que ha estado
con una amante en tal lugar. Lo descubre y sólo a través de una comunicación
con Therese es que acepta que estuvieron juntos y se acostaron, pero no
hicieron el amor. Pero una tarde, en plena crisis el es mandado a “volar”
mientras ella aclara su mente. Esa tarde él tiene un encuentro sexual con una
chica y no se lo dice. El amor puede sobrevivir y él oculta lo que sí sucedió
mientras se aclaraba lo que no sucedió. En “La casa en el bosque” el hombre
aísla a la mujer de su mundo al convencerla de vivir a 5 horas de New York, al
grado de ocultarle que ha ganado un importante premio, pero él cree que todo
esto se justifica por el amor.
En estos tres casos la mentira acerca,
suspende y retira el amor y el contacto. En “Un extraño en la noche” Schlink construye un gozne. Aquí se
trata de un testigo que además de ser receptor de un relato, sufre el robo de
su pasaporte. Durante un viaje aéreo y una forzosa espera se entera del amor
entre el cuentista y una mujer hermosísima que fue secuestrada por un árabe. La
mujer es rescatada, pero su vida se ha perdido y también la relación. Caerá de
un balcón o será empujada por el hombre. Allí radica la verdad o la mentira, el
caso es que el hombre huye y de allí que necesite el pasaporte para
escabullirse. Aquí el amor se rompe y nunca más se recompone aunque se busque reiniciar
la relación.
Los tres últimos relatos involucran a
personas mayores, vistas por otros, en el sexto y el séptimo por un hijo y una
hija respectivamente. En “El último verano” el hombre quiere decidir su fin.
Enfermo, no quiere depender de otros. Su mujer lo descubre y se va de la casa.
Él renuncia a su idea. En “Johan Sebastián Bach en Rügen” un hijo aprende la
misteriosa cultura melómana de su padre
y se entera de que no hay mentira por descubrir, no tiene por qué haber una
revelación y tendrá que estimarlo como es, el resto será autoengaño. Por último
en “El viaje al Sur” es la hija la que propicia el encuentro de la madre con un
antiguo amor que en la versión familiar no volvió por ella. La madre, en el
relato, ha perdido el sentido del gusto y el amor por los hijos y en reconocerá
que ella fue la que no esperó a aquel joven manco que ahora es un importante
filósofo.
A mí me
daba miedo la vida con Adalbert, la pobreza en la que había crecido y que no le
preocupaba en absoluto, me daban miedo sus ideas, que no comprendía, y la
ruptura con mis padres. Helmut pertenecía a mi mundo y yo me refugié en ese
mundo.
Del relato 4 al 7 sólo queda lugar para
la recuperación de la experiencia y en el penúltimo caso ni siquiera para eso,
no hay tal misterio o tal mentira por descubrir. En los 7 relatos campean el
amor y la mentira y ese cauce apasionado y misterioso que lleva a todos, la
vida.
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