]Efemérides y
saldos[
Cambio de manos: liberación
Alejandro
García
Ella misma, que ya es libre pero no puede hacer nada
con esa libertad, ni ella ni los demás, ni el tullido allí el sótano, ninguno
sabe qué hacer con la libertad, porque son seres humanos
Sándor Márai
Budapest, 1945. Los alemanes resisten metro a metro el avance de los
rusos. Frecuentemente se repliegan y van desalojando a los húngaros, la
valentía invasora pone frecuentemente en medio a la población civil. Los cruces
flechadas hacen el trabajo sucio de continuar con la molienda de judíos,
comunistas e indiferentes a la política. También los comunistas despliegan su
estrategia de espera de los soviéticos.
Erzsébet Sós tiene 23 años, es enfermera
y ha vivido a salto de mata los últimos 10 meses. 24 días en torno al fin del
44 y principios del 45 sufre el asedio de la ciudad. Su nombre es real, no así
el apellido. Ha renunciado a viajar con los estudiantes húngaros a Alemania y
así ponerse a salvo, con eso se ha hecho sospechosa al régimen y está el asunto
del parentesco, de allí su necesidad de otra identidad. Se encuentra en
Budapest y debe proteger a su padre, un científico cuya única debilidad parece
ser su no compromiso político. Claro, para los invasores representa una amenaza
porque tiene simpatía por los débiles y una actitud crítica. Estar ajeno a los
bandos es su mayor peligro, la muerte pende sobre él y la hija la ha llevado de
refugio, mientras ella, a prudente distancia, vigila que no sea atrapado. Es
uno de esos casos en la derecha lo ve como izquierdoso y la izquierda como
derechista. No tiene asidero. En todos lados resulta incómodo.
Se ha dicho que los rusos representan el
final de la pesadilla, la expulsión de los alemanes y el fin de la persecución,
el abuso y la muerte. Desde luego, además de la propaganda está la situación
desesperada en que los han sumido los nazis y sus aliados locales. Los rusos
harán su voluntad. Al oriente, sur y sureste de Alemania los aliados no
tuvieron el mismo peso en el reparto territorial. Lejana a las piezas del
ajedrez Erzsébet consigue un refugio por fin. Su padre es encerrado a ladrillo
y cal, es la única manera de sobrevivir, no sin peligros, en esa área que día a
día se estrecha más y donde la liberación es cada vez para menos gentes.
En el sótano de un edificio se hacinan
diversos personajes, entre ellos una joven y un anciano inválido, la
intrepidez y la experiencia han logrado
sortear diversas trampas. Por fin un día se dice que los rusos están del otro
lado de la calle y los alemanes huyen con la masa de gente que son su
protección y su escudo humano. La joven se va, no osin antes gritar
“Liberación”, el anciano se queda y le pide a Erzsébet que haga lo mismo, sabe
que en cada desplazamiento hay muertos, ejecuciones, cadáveres que se quedan en
el camino. Si se quedan, pueden salvar la vida. Tanto alemanes como cruces
flechadas no descansan, muerden y humillan al derrotado y no le dan oportunidad
de ver a los rusos.
Erzsébet sabe que su padre puede ser descubierto o
convertir su madriguera en ratonera. Un poco convencida por el anciano y otro
poco orillada por la llegada de un ruso se da cuenta de que la liberación ha
llegado. No hay júbilo, ni de los liberados ni de los liberadores. Hay escasez,
un triunfo apenas esbozado y el viejo calla, pero no ella, es descubierta con
el ruso, lo tranquiliza, a pesar de la diferencia de lenguas, lo estudia, pero
finalmente el llamado de la carne se impone en el victorioso y toma a la presa
liberada. Sí, el cambio de manos ha llegado. Es la nueva libertad. Vendrán
hombres más toscos, continuarán pequeñas refriegas entre bandos, pero las
antiguas víctimas sólo cambiarán el adjetivo “antiguas” por “permanentes”o
“futuras”. Se sospecha que el padre saldrá del refugio, pero el problema ahora
es otro, la pesadilla no ha terminado.
Desde que tiene uso de razón…
ha oído hablar de los bolcheviques como de seres demoníacos y depravados que se
dedican a devorar niños en las iglesias… Claro que ella… sabe que los
bolcheviques están organizando una nueva sociedad y que al hacerlo seguramente
cometen errores y crueldades, pero los guían la fe y el entusiasmo, elevados
ideales.
Sándor Márai ha sido conocido por amplio público gracias a
la editorial Salamandra. Se reconoce así a un escritor nacido en 1900 en Kassa,
entonces ciudad húngara y hoy eslovaca. Exiliado en los años 20 por un régimen
húngaro represivo, se mantuvo lejos por la guerra y por el régimen comunista.
Se suicidó en 1989 en San Diego, California.
En Liberación
(Barcelona, 2012, Salamandra, 158 pp) Márai construye un personaje protector,
listo siempre a leer la realidad que amenaza la seguridad de su padre. La gran
tensión de meses, el imperio de la muerte, el olor de la derrota (doble en el
caso de ellos: derrotados por los nazis y por los cruces flechadas. Después
vendrá la tercera caída). Erzsébet se mueve en la realidad, cubre y aspira a
salvar su vida y la de los demás. Seguirá luchando, es esto estará seguro el
lector.
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