]Efemérides y
saldos[
Amar entre charnegos y quinquis
Alejandro
García
Le conté a Tere lo que el Zarco me había contado de
ella en la cárcel. Tere se rió sin soltarme; bailaba cogida de mi nuca, su
cuerpo apretado contra mi cuerpo, su cara muy cerca de la mía. Es mentira,
¿verdad?, pregunté. Es verdad, contestó. Te lo redicho mil veces. ¿Entonces por
qué te escapabas siempre? ¿Por qué te ibas con otros? Yo no me escapaba,
contestó Tere. Y el que no me hacía caso eras tú.
Javier Cercas
Ampliamente reconocido por su novela Los soldados de Salamina (2001) y por su deslumbrante análisis de
la transición a la democracia española, así fuera mediante un golpe de Estado, Anatomía de un instante (2009), Javier
Cercas nos entrega ahora Las leyes de la
frontera, publicada el año pasado, pero que ha sido presentada en nuestro
país apenas en enero de este año.
La novela narra la historia de un joven,
El Zarco, quien en 1978 vive en pabellones para jóvenes, en la orilla de la
ciudad, en el cinturón de chabolas que rodean a Gerona. Desde allí, gracias a
su robos de gasolineras, automóviles y bancos, que le valdrán una sentencia
larguísima en la cárcel, se convertirá en una figura mediática.
Cañas o El Gafitas vive en un barrio de
charnegos, inmigrantes que de diversas zonas de España llegaron a Gerona. Sólo
una línea divide su barrio de clase media de la zona quinqui. Tanto quinquis
como charnegos están en los márgenes sociales, sólo que mientras el mundo de charnegos
puede llegar a la inclusión, el de los quinquis no tiene vuelta, es el
territorio de la violencia, de la droga, del crimen, zona donde los
delincuentes y los policías conviven, los unos prestos a burlar, los otros
listos a atrapar u obtener información sobre delitos.
Gafitas huye de sus compañeros, quienes la han tomado
contra él, especialmente el hijo del patrón de su padre, Batista, quien lo ha
obligado a lamerle los zapatos. Del mundo de la violencia vendrán el Zarco y
Tere, mujer que deslumbra a Cañas y lo somete de por vida. Le soltará la hebra,
pero la tensará cuando le dé la gana.
Gafitas escapa de sus compañeros y se involucra en el mundo
de la delincuencia y de la droga. Ha atravesado la frontera y acatará sus
leyes. El final no es feliz: primero atrapan al equipo que no es del Zarco (un muerto, un inválido y el resto va preso).
Después cae el otro grupo, tras el fracasado asalto de un banco, pero Gafitas
escapa y él sospecha que El Zarco detiene a los policías para que pueda
escapar. ¿Quién fue el chivato que los entregó?
La segunda parte de la historia trata de la reaparición de
Tere con la ahora mujer del Zarco, María, para que defienda a éste. El hoy
abogado se dedicará durante dos años a lograr que su antiguo jefe de pandilla
salga indultado, pero poco después vuelve a las andadas y la sentencia anterior
se le sostiene y se agrega lo que merece por su reciente fechoría. Habrá nuevos
intentos de que retome el caso, la mujer se convierte en fuente de denuncia y
figura de medios, de allí que el abogado habrá de soportar depresiones y crisis
hasta que la lógica se impone.
Pero en el fondo, a manera de ritmo se trata aquí de la
continua reaparición de Teresa, esa fuerza que lo altera, que lo dispone para
lo que ella quiera. Es Tere la que le da la mejor caricia de su vida en los
baños de un sitio de maquinitas, la que le hace el amor en un viaje a la playa,
la que baila y se acuesta con él mientras dedica a la defensa, la que lo ama
antes de que la crisis cierre los caminos. Siempre se escapa, se niega a
quedarse, a prolongar la experiencia.
Es también gracias a ella que va al otro barrio, que se
integra a la banda, que defiende al Zarco. Y es gracias a ella que la obra se
convierte en acertijo. Por ejemplo, nunca se sabe si ella realmente lo quiere.
Tampoco se sabe la forma de relación entre Tere y el Zarco y más se complica
cuando ella le dice que son hermanos y que sólo ella lo sabe o cuando confiesa
que fue la soplona que propició que la policía lo entrampara. Y el policía
jamás corrobora la versión de que el chivatazo lo diera ella y le pidiera que dejara
ir a Gafitas. Lo que sí parece cierto es que el policía lo deja ir.
Total, se diga lo que se diga la vida ya se jodió. Pero
creo que sobre todo la vida se ha ido, ha corrido con ellos y el pasado sirve
de poco, lo curioso es que ese pasado los sigue moviendo y sigue aportando
nuevas versiones que lejos de aclarar confunden.
La novela se construye a base de entrevistas. Un escritor
trata de obtener materia prima para acercarse al Zarco y será él quien conozca
las versiones del policía, del protagonista y del abogado.
La duda se suspende:
No me fío de los periodistas,
sobre todo de los periodistas serios o supuestamente serios. Son los peores.
Ellos sí que mienten, no los frívolos. Los periodistas frívolos mienten pero
todo el mundo sabe que mienten y nadie les hace caso, o casi nadie; en cambio
los periodistas serios mienten escudándose en la verdad, y por eso todo el
mundo los cree. Y por eso sus mentiras hacen tanto daño.
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