]Efemérides
y saldos[
Las Malvinas, rocas en el zapato
Alejandro García
Cuando un parlamentario laborista preguntó por qué no
se había disparado un torpedo de advertencia al General Belgrano —que pasó a cierta distancia del barco— para darle
oportunidad a retirarse, un almirante contestó que la Marina Real no podía
darse ese lujo, porque cada uno de los dos torpedos Tigerfish que hundieron al
crucero vale medio millón de dólares. Viajaban en el Belgrano mil hombres: su vida no valía 5 000 dólares por cabeza
Fernando del Paso
Hace
30 años que Argentina invadió las islas Malvinas. En sentido estricto, desde su
punto de vista, sólo ejercieron su derecho. Sólo que las Islas Falkland están
en poder de Inglaterra desde el siglo antepasado. Quizás como en el momento del
triunfo futbolístico de 1978, el general Galtieri quiso poner una decoración
vigorosa que ocultara el genocidio del poder que encabezaba.
Después del llamado patriótico, de la suerte que se
ponía en juego tras un derecho legítimo, de la simpatía que la medida provocaba
en los soñadores de la justicia, aparecía una de las tantas complicaciones de
la historia. El va y ven de las Malvinas (México,
2012, Fondo de Cultura Económica, 119 pp.) reúne las colaboraciones de Fernando
del Paso para el semanario Proceso durante
los momentos del conflicto. Allí el escritor mexicano nos da un pulso de los
acontecimientos y un análisis de sus diversas perspectivas.
Lo que empezó como una fiebre popular, que después se vio como un
sacrificio inútil de jóvenes argentinos, se fue transformando no sólo en la
respuesta de la potencia militar inglesa, sino en el nudo de problemas que
representó. En parte porque el conflicto
se daba en América, así fuera en una de sus zonas insulares, por lo que Estados
Unidos mucho podría decir, dado su celo en torno al continente.
Las Malvinas fueron publicitadas en Europa como el acto provocador de una
dictadura que sometía a sus muchachos y desaparecía a sus opositores (la
dictadura argentina era tan detestable que incluso peleaba por territorios con
la dictadura chilena, acaso más afín a Inglaterra). También como un acto de
agresión injustificado. El honor inglés estaba herido y había que escalar la
respuesta. Ciertamente se tuvo que pasar de un cierto estupor, de una cierta
revisión de dónde estaba el conflicto, sobre todo para los ciudadanos ajenos al
poder público, lo que parece contrapuesto a la percepción del argentino común
que suele tener presente el caso Malvinas en su percepción casi corriente.
Además de la necesaria lección era obligado responder como sistema
mundial. Dentro de esa región del mundo, en el casquete polar del sur se
encuentran riquezas y recursos inexplorados. Es cierto que los negocios en
otras partes son más redituables por el momento de allí que hubiera que calcular
la urgencia del golpe y su magnitud.
Razón aparte es el hecho de que ante el cambio de manos en el Canal de
Panamá la punta inferior de América y lo que la rodea se convierten en zona
estratégica para el transporte de mercancías.
Estados Unidos hubo de transitar de testigo y asesor en cuestiones de
seguridad a vigilante negociador y potencial enemigo de la dictadura argentina.
Los intereses estratégicos se habían impuesto, la riqueza también y los
residuos de colonialismo territorial.
¿Qué quedó en medio? Como siempre, las víctimas, los jóvenes argentinos
que tuvieron que defender el territorio cuando la maquinaria de negociación
había quitado toda posibilidad al gobierno. Fue cosa sencilla el que se
glorificaran las armas reales. Ironías de la vida, los mandos ocultaron su
responsabilidad y evadieron la acción, pelear ellos hasta la última gota de
sangre. Hace unos días se pudo ver a Rafael Videla en las portadas de los
diarios del mundo condenado por el caso de los hijos de los argentinos desaparecidos:
su postrer momento de gloria. No le tocó a Galtieri.
Del Paso culmina con un relato fantástico: qué haría la Francia
socialista si algunas de sus islas caribeñas fuera invadida o reclamada por un
país americano. La respuesta es muy similar al caso Malvinas. Mitterand tampoco
dudó en apoyar a Gran Bretaña. El relato termina en el realismo más doloroso.
Quizás se podría aducir que Miterrand cobraba a los (norte) americanos el
abandono a ingleses y franceses durante el reclamo del Canal de Suez.
El autor inicia este libro de la memoria con su propio caso en relación
al cuidado de la opinión pública y especializada en Inglaterra, el cuidado y
los filtros que se ponen para preservar el estado de cosas. No lo pudo hacer en
la radio británica: dar su opinión. Lo hizo en el semanario Proceso, vehículo incómodo no sólo de un
país que naufraga en sus contradicciones
y desigualdades, sino en un mundo que se mantiene también sobre la violencia y
el control.
Del Paso narra que Ronald Reagan se refirió a las Malvinas como unas piedras congeladas allá abajo del mundo.
Su desprecio por el caso no se correspondía con el tamaño de la respuesta. Si
eran unas rocas, seguro fueron en el zapato del poder imperial.
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