]Efemérides
y saldos[
Chantajeada, la anarquía tampoco emancipó al mundo
Alejandro García
Porque si se
quiere redimir al mundo, hay que atacar el centro del veneno, como decía
Lohberg; el centro del veneno era Netwig, o tal vez algo que se ocultaba detrás
de Netwig, algo más grande —tal vez algo tan grande y tan oculto como un
presidente en su aislamiento—, algo que uno no conocía.
Hermann Broch
Esch o la anarquía (Barcelona, 2006,
Deboslillo, 258 pp) es el segundo tomo de la trilogía Los sonámbulos (1931-1932). Esta entrega arranca el 2 de marzo de
1903, día en que August Esch “empleado subalterno de comercio de treinta años
de edad” es despedido. Pronto encontrará en el sindicalista Martin Geyring la
opción de trasladarse de Colonia a Mannheim para emplearse en la
Mittelrheinische como contable para barcos.
Al contrario, pues de Pasenow, hijo de ricos hombres de
campo, al cual tendrá que volver, Esch representa un sector de obreros con
cierta especialización y algún grado de crítica que nunca va a ser totalmente
claro, pues el egotismo de Esch entierra cualquier posibilidad colectiva. Esch
irá a pedir una carta de recomendación a quienes lo han despedido, y se
guardará para mejor momento el rencor contra Netwihg, encarnación del enemigo,
y la demanda que quiere entablar contra la empresa.
Mamá Hentjen, viuda y propietaria de una taberna en
Colonia, lugar al que habitualmente asiste Esch transitará de contertulia y
distante protectora a compañera de vida. Pero antes el personaje irá a trabajar
a la nueva empresa, dirigida por nuestro viejo conocido Bertrand, quien ahora
es admirado en sus habilidades, pero también criticado por sus preferencias
homosexuales que al principio se dice son italianas, pero que luego se sabe
están en la misma ciudad en que habita.
Balthasar Korn es un inspector de aduanas y tiene a su
hermana Erna. Invita a Esch a vivir en su casa y así poder matar varios pájaros
con el mismo tiro. Nuestro personaje es escurridizo, conoce las trampas, aunque
también los beneficios de ciertas alianzas. Prefiere desfogarse con otras
mujeres, asediar a la mujer-trampa, pero no entregarse. Pronto aparece un
empresario de teatro, Gernerth, que se hace amigo del trío. Esch también se
fija en una bella mujer (Ilona) que durante el espectáculo es la presa del
lanzador de cuchillos (Teltscher). Lo que Korn desea para su hermana, no es
algo que desee para Ilona, aun así la hace su amante. El último del grupo es
Fritz Lohberg, un vendedor de puros.
La inconformidad de Esch se verá vapuleada entre las
intenciones de redención del Ejército de Salvación y las intervenciones de
Martin en pro de la huelga. De allí saldrá preso y mientras Esch continúa entre
sus divagaciones propias y la persecución del orden, pensará en realizar un
espectáculo de lucha de mujeres, en Colonia, donde puedan intervenir como
socios los miembros del grupo arriba descrito.
También se empieza a hacer patente su deseo de irse a
los Estados Unidos, emprender una vida diferente, lejana de la prejuiciosa de
Pasenow sobre los migrantes. De allí que
renuncie a su empresa y regrese a Colonia, donde se convertirá en reclutador de
esas mujeres que serán sin duda motivo de atiborramiento por parte del público
del teatro que tengan a bien rentar.
Esch se atreve a visitar a Bertrand, reconoce sus virtudes,
por cierto reconocidas por su propio enemigo de clase, Martin, y Bertrand
vuelve a ser la balanza en que se ponen los argumentos, pero Esch, igual que
Pasenow, es quien los carga y resuelve. Bertrand no tendrá más opción que
pegarse un tiro y algún anónimo amante también se matará. Esch camina y rompe
cosas a su paso, utiliza a los otros y sus acciones y sus móviles nunca son
claros.
La idea genial
será llevar a las mujeres a Estados Unidos, convertirlas en atractivos ganchos
para los públicos norteamericanos. En esas jornadas de selección de mujeres,
viaje en el que conoce a una pareja de Bertrand, el que después se suicidará,
también aparecerá una Ruzema, de
Bohemia, acaso lo que queda de aquella bella amante de Joachim.
Y por último la anarquía de Esch irá encontrando las
hormas de ese zapato. Primero cohabitará con la dueña de la taberna, después se
irán uniendo con cierta profundidad, la que permite el sonambulismo de Esch y
de la época y finalmente ella será la salvadora de la empresa de espectáculos
cuando Gerneth los ha estafado y huido con buena parte de capital y ganancias. Antes
de tirarse a los brazos del orden, Esch podrá dormir por fin con Erna y
repetir, pero sólo para que esta pueda casarse santamente con Lohberg
Se quedará, con todo y estropicios. Después de todo la
emigración (no incluye la de Esch, interior, claro) tampoco está a salvo:
Aunque disminuya el dolor por lo
irreparable, al introducirse más y más en la tierra prometida, aunque muchas
cosas se disuelvan y se pierdan en la luminosidad creciente, y el dolor esté
cada vez más desligado de todo, sea más luminoso, incluso tal vez invisible, a
pesar de ello no desaparece por completo, como no desaparece la nostalgia del hombre, en cuyo sonambulismo expira el
mundo…
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