]Efemérides y saldos[
La ventura:
instante irrepetible
Alejandro García
Más
secretamente, yo pensaba todavía más hacia atrás, donde nos veía exiliados en
un paisaje que no era el nuestro, succionados por esa vocación para la tragedia
que era propia de los ricos —era una fisura, y podía oír su ruido. Nos habíamos
proyectado demasiado hacia allá, siguiendo a Andre, y por primera vez tuve la
ocasión de pensar que nunca más volveríamos a ser capaces de encontrar el
camino de regreso. Además de los otros miedos, éste era mi auténtico terror
Alessandro
Baricco
Emaús (Barcelona, 2011, Anagrama, 149
pp.) es un libro de iniciación, aunque los personajes no lo saben. Han sido
tocados por el venturoso destino, pero en lugar de paladear el instante que
nunca más volverá se dedican a tratar de capear el momento incierto en que se
han visto atrapados a causa de sus principios y hábitos rígidos y la misteriosa
y desencadenante aparición de Andre, la joven que los atravesará de parte a
parte.
¿Dónde está ese paseo de Jesucristo después de haber
resucitado, de tal manera que convive en Emaús con dos de sus discípulos y no
lo reconocen, teniendo que indagar el tamaño de los hechos a partir del
recuerdo? ¿Está en el suicida? ¿Está en
el escribiente que así escapa a la muerte y al linde de las culpas? ¿o está en
la experiencia de vida que nos hace dar el brinco y nos impide regresar al
mundo de seguridad aparente en que nos
veíamos un poco antes?
El Santo, Luca, Bobby y el narrador (yo), son jóvenes
amigos que se dedican a la labor social entre los enfermos de riñón. Se mueven
entre orines y bolsas de desechos renales. También les gusta la música y su
vida religiosa es parte de un entramado de principios que les han trasmitido
sus padres. El sexo es un renglón que sólo habrá de escribirse de manera
definitiva en la adultez y dentro del matrimonio. Se juega, pero nada que sea
irremediable, nada que no se pueda olvidar. No tienen mucha experiencia de la
vida y están programados para cierto temor a lo no señalado dentro de sus territorios.
André es una joven hermosa, aunque seguramente es vista
con prejuicios por ellos, no sólo porque pertenece a una clase social más
pudiente, sino porque su moral es libre y no está sola en esa práctica. Alguna
vez la ven salir de un antro, meterse a un auto con un amigo y practicarle sexo
oral sin importarle el entorno. Habrán de acercarse a ella a través de una
empresa musical que ella no acepta. Pero uno de ellos, Bobby, hará la
negociación en corto y será el que se integre al grupo de ella, el que pruebe
la diferencia y la separación.
En una fiesta El Santo, Luca y el narrador se van a
acostar. Entra Andre y tiene sexo con Luca y yo, El Santo contempla. Poco
después se sabe que Andre está embarazada. Nace una niña. No son requeridos por
ella, pero su endeble conciencia los hace sentir culpables y responsables,
aunque no saben la manera de encarar el problema (para ellos).
La diáspora se da, el momento de la prueba ha sido
severo. Bobby andará sobre drogas, El Santo termina en una triste hazaña de
jóvenes borrachines y se involucra en el asesinato de un travesti. Quedan los
dos, inquietos por la paternidad, trémulos por la experiencia que no volverá a
repetirse. En algún encuentro que dejaré al lector para que lo desentrañe,
ellos habrán de quedar libres de toda gloria paterna. ¿Y quién será el padre?
No es difícil, la nómina no es abultada.
Ella era el secreto —eso hacía mucho tiempo que lo habíamos
comprendido, y ahora el secreto estaba allí, y sólo nos faltaba dar un paso.
Nunca habíamos querido más que eso.
La novela de Alessandro Baricco se cierra conforme se
descifran algunos de sus misterios, el yo asiste al funeral de Luca, quien se
ha suicidado, recibe las claves de afecto del padre del amigo y también algunas
entre El Santo y Andre.
Con el tiempo hemos
aprendido con exactitud dónde se encuentra —esa piedra escondida que puede
traicionarnos. Está en el punto exacto donde apoyamos todo nuestro heroísmo y
todo nuestro sentimiento religioso: es donde rechazamos el mundo de los demás,
donde lo despreciamos, por instintiva certidumbre, donde sabemos que es
insensato, con total evidencia. Sólo Dios nos basta; las cosas, nunca. Pero no
siempre es cierto, no es cierto para siempre. A veces basta con la elegancia de
un gesto ajeno, o la belleza gratuita de una palabra laica. El resplandor de la
vida recogido en destinos equivocados. La nobleza del mal, a veces. Se destila
entonces una luz que no habíamos sospechado.
De modo que aquí la diferencia marca el destino y la
vida de preceptos se precipita al vacío dejando el desciframiento de los
misterios más importantes por ocurrir.
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