]Efemérides
y saldos[
Inocencia y risa en la antesala del terror
Alejandro García
Eran tiempos en los que no sabíamos aún lo que era el
terror.
Italo Calvino
Dalton
Trumbo cuenta a propósito de su novela Johnny
cogió su fusil que las juventudes europeas entraron a la primera gran
guerra con júbilo y espectacularidad. Los padres soñaban con las hazañas de sus
hijos, los hijos esperaban apoderarse del mundo a partir de los hechos de
armas, las damas sollozaban por el regreso del héroe consumado. Salieron
mutiladas, sombrías, si acaso dispuestas a restañar las heridas. La idea de
progreso rectilíneo y de destino manifiesto había sido derrotada, pero el gran
absurdo apenas empezaba.
La entrada en
guerra (Madrid, 2011. Siruela, 119 pp) de Italo Calvino reúne tres cuentos
de adolescentes en los primeros pasos de los italianos por la segunda gran
guerra. A pesar de la distancia que el narrador siente con respecto al fascismo
(“Esa noche para mí, el fascismo, la
guerra y la vulgaridad de mis camaradas era todo uno”, p. 63), le ganan las
pulsiones, el deseo de vivir y de convivir.
El primero de los cuentos, que da título al libro,
narra el primer día de guerra, el antes y el después, 10 de junio de 1940 (por
cierto, con errata en el libro que da 1949) y el movimiento de la sociedad
italiana para atender a sus desplazados, personas desprotegidas, enfermas,
inválidas que son recluidas en edificios públicos para protegerlos de las armas
enemigas. Los jóvenes se enrolan en el deber cívico, en el heroísmo prometido y
ejercido ya desde los lemas y la propaganda fascistas. En el relato hay la
presencia de un hombre metido en una canasta, incapaz de valerse por sí mismo,
colérico, es un macabro anticipo del destino de la historia.
Mussolini está presente, influye en el optimismo de la
gente (y en el escepticismo del narrador) que mueve a la predestinación, a la
gloria: “Con su uniforme de mariscal del
ejército, estaba Mussolini. Iba a inspeccionar el frente. Miraba a su alrededor
y, dado que la gente lo contemplaba aturdida, levantó la mano, sonrió e hizo un
gesto de que podían aplaudirlo” (p. 39). No es casual que el hermano de su
amigo, dude entre seguir de permiso o presentarse a recibir órdenes, pues teme
que la guerra dure tan poco que no tenga oportunidad de intervenir.
El segundo cuento “Los escuadristas en Menton” refiere
el desplazamiento de adolescentes a este lugar arrebatado a los franceses. El
fascismo se ha quedado corto, no ha llegado a Niza, pero puede presumir que ha
ampliado sus fronteras y lleva a sus cachorros a saludar a una brigada de falangistas,
pero sobre todo a refocilarse en la derrota del enemigo. Los jóvenes se dedican
a medrar entre las casas abandonadas, a llevarse el botín de guerra que les han
dejado los verdaderos combatientes: “¡que
un joven que se encuentre hoy aquí, y no se lleve nada, es un imbécil! Sí, señor, un auténtico imbécil, ¡y
yo me avergonzaría de estrechar su mano”
(p. 78). Como siempre el fascismo italiano se mueve entre la frivolidad y
lo macabro, lo mismo la levedad de conseguir un souvenir, que la pesadez de
enseñar al pequeño a oler la sangre e ir tras la presa.
El tercer relato, “Las noches de la UNPA”, nos lleva a
la misión guardiana de los adolescentes. Deben cuidar una escuela ante la
posibilidad de un bombardeo. Se dedican a jugar, primero a conseguir una llave
para entrar a su misión, después salen a caminar por el pueblo y buscan
satisfacer sus necesidades. Privilegian su crecimiento, el terreno que les ha
dado la guerra para corretear, reírse, conseguir lo que se les niega, antes de
que la vida sea puesta en entredicho a cada tramo del camino, pero eso no está en
estos tres relatos, aquí predomina el antes, la preparación, la fuerza, la
frente en alto.
La aparición de este libro de Italo Calvino se debe a
la edición de toda su obra en español. Pertenece a su primera etapa, marcada
por la vocación social, pero quizás el dato a remarcar gira en torno a la
memoria, a la inmediatez de los acontecimientos, a la literatura testimonial.
Se nota aquí la voz de un joven crítico que quiere vivir y duda de la
organización social que llevara al totalitarismo y a la obediencia ciega. Lo
hace desde muy cerca en el tiempo a la fecha de los acontecimientos. Escritos y
publicados en los primeros 50, cuando aún estaban frescas las imágenes de la
desgracia y de la derrota.
El libro reaparece en momentos en que se da toda una
producción de obras que analizan ya con cierta perspectiva histórica el
fenómeno del nazismo, de allí que sea de gran utilidad acercarnos a lo que al
parecer en Italia fue debate desde muy pronto.
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