En la casa del novelista Sergio Galindo, coincidieron
Sandoval y Galván. Al calor de las copas el primero calificó al segundo de
“teatrero de concursos”, pues se quejaba el maestro de teatro de haber sido
maltratado en el concurso regional cuya sede fue Aguascalientes a mediados de
la década de los años sesenta, así que cuando fue tildado de teatrero reviró
llamando a don Víctor “poeta de juegos florales”.
Francisco Bernal Tiscareño
Jorge Galván. La vida de un
viajante (Aguascalientes, 2012, Instituto Cultural de
Aguascalientes/ CONCAULTA, 157 pp) es un libro biográfico sobre la trayectoria
de este excelente actor, quien saltó a la fama con la película Por si no te vuelvo a ver, pero cuya
importancia era notable desde hacía décadas bien en el ámbito de la promoción
cultural, bien en el del teatro. Acaso acostumbrados a su discreta presencia y
don de gentes, a la calidad de las cosas que emprendía y a la rutina que todo
lo uniforma, tuvo que venir el mundo de la farándula a revelárnoslo en todas
sus facetas, aunque en realidad era necesario un libro como éste de Francisco
Bernal Tiscareño que nos permitiera repensar algunas cosas sobre el mundo que
habitamos.
El libro es muchos a la vez. En primer lugar es un agradable recorrido
fotográfico por el mundo del hombre, Jorge Galván. Aquí encontramos a sus seres
queridos, la línea de su vida en deuda hacia atrás y hacia adelante, por la
herencia que recoge y que deja. Aquí están también los seres que en su
horizontalidad, su mujer, sus amigos, sus adversarios, que le han permitido caminar en este universo de
signos no siempre propicio, pero que siempre han visto la escuela del esfuerzo
y de la videncia al alcance de la mano. Están también los frutos, los otros
hijos, cargos de gestión, los libros, las obras dirigidas o representadas, su
arribo al cine, monstruo de mil cabezas.
Es también un homenaje a los pioneros de la cultura. Me imagino a Jorge
Galván vendiendo libros, en sus momentos libres, en un pequeño local de la Casa
de la Cultura de la calle de Carranza, a la que bajé un día y me sorprendí al
encontrarme El obsceno pájaro de la noche
de José Donoso. Leyendo el libro de Bernal reconstruyo el momento. Así de
variada tiene que ser la actividad cultural en nuestros espacios, gracias a eso
podemos decir que hemos avanzado en la tarea de rescatar al arte de las
agresiones de la lógica del capital y la ganancia y en la instauración de su
creencia. En consecuencia, la cultura y el arte presentan ese sudor y bilis que
necesitan todos los actos de la vida, aunque anteponiendo siempre la dosis
lúdica que el arte exige.
Como instituciones que se deben al arte, las casas de cultura u otras
de similar talante, conocen de las luchas, contraposiciones, madruguetes,
errores y aciertos que todo emprendedor sabe. De allí que en un momento dado al
salir del terruño el líder, se haya dado la decisión que no sólo apuntó a
alguien, sino que dejó descontento a otro. ¿Cuál fue la mejor decisión? Bernal
Tiscareño apunta que eran dos proyectos diferentes y que Sandoval apoyó al
continuismo, frente al Galván que buscaba más bien otro tipo de difusión y vinculación
entre y con la gente.
Uno era el conocido y puesto
en marcha por don Víctor Sandoval; la otra opción abría nuevas perspectivas
entre las cuales se privilegiaría profundizar y llevar el fenómeno cultural a
las comunidades. Ver de una vez por todas a la cultura en Aguascalientes como
política de Estado.
Asistimos así en medio del rompecabezas, tal cual yo irrumpo de pronto
en el conflicto no del todo contado, no nada más a no estar dentro de la
decisión, sino a ser excluido en el porvenir. Así como Paz dijo que con Vargas
Llosa ganamos un excelente escritor y perdimos un mal político, con Galván
perdimos un director de cultura, eso sí de uno de los estados que mejor lo
habían hecho hasta eso momento, en parte gracias a él, pero ganamos un hombre
de teatro, de televisión y de cine que después de la purga tenía lo mejor ante
sí. Cierto, le pudo costar la vida, la enfermedad, la amargura siempre, pero lo
superó y lo tenemos ahora re-contextualizado en todas partes: más y mejor, con
más años y más joven que nunca. Como señala Elena Bernal:
Entonces Jorge, como un niño,
que se sorprende ante todo, puede ser dirigido en un cortometraje por su nieta
Violeta Carbajal o actuar junto a Martha, su hija, en una obra como Las sillas de Ionesco y
permitirse jugar “El gran teatro del mundo, como diría Calderón de la Barca,
sí, jugar en el teatro, por el teatro y para el teatro.
En el epígrafe se consigna el descontón recíproco y genial: asiduo a
los “concursos” o a los “juegos florales”, ni siquiera al premio Nacional que
Sandoval había creado. Creo que ambos personajes supieron ir más delante de ese
estigma, es más, ya estaban fuera de toda sospecha, pero el choque produce el
pegar donde más duele y la soledad de la práctica del arte y sobre todo su
recuperación en la autoestima suele provocar esos enconos, injusto para ambos.
La tolerancia de unos a otros, así hayamos sido los mejores amigos y
ahora ya no más, nos permite apreciarnos sobre todo a partir de lo que hacemos
y de la calidad de nuestra tarea. Jorge Galván, sin duda, nos enseña los brincos
de su ingenio, pero sobre todo los brincos existenciales que lo ubican en el
menor lugar de nuestro cerebro y de nuestro corazón. Y gracias, Bernal, porque
nos permites asomarnos a ese poliédrico escenario en el que en muchos nos
reconocemos y entendemos que el camino por delante está difícil y la palabra queda
corta.
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