lunes, 6 de febrero de 2012

El viaje sin fin

]Efemérides y saldos[

El viaje sin fin
Alejandro García


¿Quién es producto de la ficción y quién es el hombre que habita en la realidad?
Jorge Salmón


En Los viajes verdaderos (México, 2010. SPAUAZ, 127 pp), combinación de prosa y poesía, el viaje es la constante y las densidades de ambas partes a menudo interactúan para brindarnos posibles interpretaciones, guías de lecturas, interrogaciones, nunca una certeza o una prescripción.
Jorge Salmón es escritor de buena mano. El lector se desliza sin recelo, presto a cooperar. El juego está en los vaivenes de sus textos, en las entradas por un lado y las salidas por otro no en una relación de causa consecuencia, sino obedeciendo a las reglas que el creador del texto ha invitado a seguir.
El primer relato transita del realismo a una fábula, de una realidad palpable a un universo que se va estrechando dentro de una serie de señales kafkianas, del humor ladino a la metáfora orwelliana. Los hombres dan lugar a su característica animal no para construir una moraleja que ofende a la literatura, sino para construir un escenario en donde lo mismo se asiste a ese lado natural que nos animaliza que a la tradicional borrachera: de chango a león y a cerdo. Esto no es con un afán condenatorio, es con la certeza de que el viaje es provechoso, de que esos pericos, mapaches, gansos, iguanas, gorupos, van de inestabilidad humana a estable condición animal que les permite salir a flote.
En el segundo relato abre aún más la gama de la aventura. El centro es el baile, pero se trata solo del alfiler sobre el que gira el viaje: la movilidad inmóvil. El gran barco nunca partió, el espejo no permite la ausencia, sólo refleja cuerpos densos. En el baile la vida está circunscrita a centímetros cuadrados, pero de allí se toman los grandes territorios, el hombre se desplaza por el tiempo y por el espacio, se realiza, se derrota y vuelve a levantarse.
En el tercer relato el viaje está en el tiempo y en el espejo. Es un homenaje a Borges. Salmón no entrega la presa, no sienta al personaje antes y después: vela, distancia, acerca. Es la paradoja de Borges, pero a la vez es la duda con respecto a ella. Permite el juego del yo extraño, pero también el extraño y la variante del extraño unidos por el espejo y por la presumible sospecha de ser el mismo.
En los poemas la travesía es azarosa, el latido del lector es más libre. El primer poema es unión, permite los embudos del reloj de arena. En él, además de dar plena fe en la poesía y de asumirla con dignidad y respeto, se puede fijar el retorno del viaje, la pausa o el descanso, el regreso o la fatiga. Mas ya el libro nos ha dicho la inminente paradoja del que moviéndose se queda o del que quedándose se mueve.
El poema nos lleva a un pliegue más en donde parece que la revocación del oficio de poeta es imposible y que la vuelta a casa del hombre es más bien una pequeña causa, un pequeño grano de arroz en que puede lo mismo descifrarse el universo que desencadenar las fuerzas más oscuras que harán temblar a los hombres que lean tales versos o bien asistir a la aventura del que regresa y encuentra en el futuro el pasado y en el presente lo mismo el futuro que el pasado. Somos el tiempo, lo hacemos posible.

cuando en tus ojos la luna ya no aparezca en tu firmamento,
y todo quede en silencio y te vuelvas de granito,
entonces, sólo entonces, podrás
regresar a casa.

El mayor mérito de la poesía tiene que ver con la luz que le proporciona a la narrativa. Esos poemas de muy diversa extensión donde la imagen brilla y hace fosforecer la mente del lector permiten también ver la factura de imagen de los relatos: galería de animales que se mueven con vividez envidiable, de objetos (peces muertos, maletas, muletas, copas, botellas) que contrastan con este espectáculo en donde el animal muestra sólo una parte del espectáculo mayor: el hombre.
O bien el vaivén del cuerpo, la fibra vital que se desplaza por el espacio y se conecta al pensamiento, a los pensamientos.
Por fin el espejo y los dos, el abismo del tiempo y la pirueta del cerebro que los hace posibles.
El viaje no ha sido fácil para un escritor fundacional como Salmón. Se cobija en una generación que ha dado peso y salida a la producción literaria de este espacio del país y que lo ha hecho haciendo a un lado los adjetivos. O ha hecho caso sólo a uno. Jamás literatura regional o de provincia. Literatura. En todo caso buena literatura.

No hay comentarios: